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Por: IGNACIO REYES ESTRELLO
Publicado el: 2008-03-04
De cuando en cuando escuchamos o leemos versiones tremendistas sobre la conquista española de México, y en su caso de toda América Latina. La obsesión enfermiza de acusar a España de todos los males posibles para con los pueblos autóctonos americanos es deplorable. Se trata de un falso indigenismo. Repasemos un poco la historia.
Al celebrarse los quinientos años del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, se utilizó la acertada expresión "el encuentro de dos mundos". Pero indigenistas fanáticos y gente desinformada adoptaron la propuesta de "el encontronazo", les encantó.
Incluyen a quienes cada 12 de octubre, frente a la estatua de Colón en el Distrito Federal, lo vilipendian y reclaman que si no hubiera venido, América sería algo así como "el mundo feliz". No había tal mundo feliz.
Esta errónea interpretación parte de falsos supuestos, y de enorme ceguera histórica, a veces por no leer ni entender y otras por mentalidad torcida.
Para comenzar, los pueblos indígenas de América no vivían en el Edén. Siempre hubo nutrición insuficiente, enfermedades, falta de educación del pueblo; industria y agricultura rudimentarias, y vivienda insalubre e insuficiente, entre otras cosas. Nada de eso lo trajeron los españoles, ya estaba.
Pero cuando se ve al imperio español como dominador llegado de ultramar, se olvida que en México ya había un gran imperio, de un pueblo llegado del Norte y que se hizo guerrero conquistador: el imperio Azteca. Muchas comunidades indígenas quedaron bajo el control político y económico de los aztecas.
Los caballeros águila, los caballeros tigre y otras figuras guerreras y legendarias aztecas no nacieron frente a Cortés y sus seguidores; no, ya tenían larga carrera militar: se habían dedicado a guerrear, matar y dominar a sus vecinos, con la principal y honrosa resistencia de los tlaxcaltecas.
Muchos pueblos indígenas solamente cambiaron de amo, como de Tenochtitlán a España, esa es la verdad. Igual sucedió en otras regiones latinoamericanas. La explotación y diversas formas de vida esclavizada existían desde siempre en América, sin que tuvieran que llegar los conquistadores de la península ibérica.
España trajo a América muchas cosas olvidadas por "mala leche" o por desinformación de los anti-hispánicos y sus seguidores. Trajo medicina, educación, infraestructuras urbanas, industria, artes y oficios. También trajo y llevó productos, especies animales y vegetales para beneficio de todos.
España y Portugal trajeron también a América una nueva religión de amor, en vez de religiones que en ocasiones incluían sacrificios humanos, como en Tenochtitlán (desagradable verdad histórica que muchos quisieran desaparecer por arte de magia, pero no pueden, la evidencia arqueológica los contradice).
No, nunca hubo en América el Edén, la vida feliz y satisfactoria que se supone destruyeron los conquistadores ibéricos. En términos generales, no fueron los indígenas de más a menos.
Es verdad que muchos que vivían más libres, se encontraron "encomendados" a falsos protectores, que utilizaron su mano de obra para su servicio, a cambio de muy poco. Sí, hubo abusos en las encomiendas, pero no era así la toda la Encomienda: hubo de todo, bueno, regular y malo.
La América precolonizada nunca tuvo defensores de derechos humanos como los frailes llegados de España, que se enfrentaron a los explotadores, que además educaron, curaron y enseñaron artes y oficios que antes eran desconocidos en este continente.
Es útil la comparación con los británicos en Norteamérica y su genocidio: "el mejor indio es el indio muerto". Nunca los asimilaron, no hacían matrimonios interraciales, los recluyeron en "reservaciones"; pero sobre todo los asesinaron. No hubo una nueva cultura mestiza como en la colonización ibérica.
Si podemos hablar de una nueva raza mexicana, indígena y española, fue porque los conquistadores y luego sus descendientes y los nuevos colonizadores tenían diferente mentalidad. De ellos nació el mestizaje que nos caracteriza.
El orgullo mexicano por sus ciudades coloniales y su nueva cultura, con sus manifestaciones literarias, musicales y de otras artes, no puede explicarse sin la parte española que las compone, fusionada con las culturas autóctonas.
Mucha cultura culinaria tradicional en México es imposible sin cerdos y aves europeas, por ejemplo, y mucha música también tradicional se toca con violines, guitarras y otros instrumentos europeos de origen.
Muchos argumentos, evidencias materiales y culturales, historia pura y mente abierta nos dicen que el fanatismo antiespañol es inaceptable; que España no destruyó imperios y reinos locales a cambio de nada, que el balance entre lo explotado y lo aportado es finalmente favorable, sin negar los daños pero reconociendo los méritos.
Si así no fuera, México y otros países latinoamericanos serían, desde la colonia y por mucho tiempo, sociedades decadentes dominadas por amos implacables, por guerreros sometiendo a sus vecinos y hasta con sacrificios humanos a sus dioses.
La insalubridad, la ignorancia y la miseria serían la regla -con excepción de castas privilegiadas-. Pero no es así, aún con toda la pobreza que persiste y que ya como países liberados no hemos podido acabar. En esto España no tiene culpa alguna, somos responsables los mismos latinoamericanos de la postcolonia.
Publicado el: 2008-03-04
De cuando en cuando escuchamos o leemos versiones tremendistas sobre la conquista española de México, y en su caso de toda América Latina. La obsesión enfermiza de acusar a España de todos los males posibles para con los pueblos autóctonos americanos es deplorable. Se trata de un falso indigenismo. Repasemos un poco la historia.
Al celebrarse los quinientos años del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, se utilizó la acertada expresión "el encuentro de dos mundos". Pero indigenistas fanáticos y gente desinformada adoptaron la propuesta de "el encontronazo", les encantó.
Incluyen a quienes cada 12 de octubre, frente a la estatua de Colón en el Distrito Federal, lo vilipendian y reclaman que si no hubiera venido, América sería algo así como "el mundo feliz". No había tal mundo feliz.
Esta errónea interpretación parte de falsos supuestos, y de enorme ceguera histórica, a veces por no leer ni entender y otras por mentalidad torcida.
Para comenzar, los pueblos indígenas de América no vivían en el Edén. Siempre hubo nutrición insuficiente, enfermedades, falta de educación del pueblo; industria y agricultura rudimentarias, y vivienda insalubre e insuficiente, entre otras cosas. Nada de eso lo trajeron los españoles, ya estaba.
Pero cuando se ve al imperio español como dominador llegado de ultramar, se olvida que en México ya había un gran imperio, de un pueblo llegado del Norte y que se hizo guerrero conquistador: el imperio Azteca. Muchas comunidades indígenas quedaron bajo el control político y económico de los aztecas.
Los caballeros águila, los caballeros tigre y otras figuras guerreras y legendarias aztecas no nacieron frente a Cortés y sus seguidores; no, ya tenían larga carrera militar: se habían dedicado a guerrear, matar y dominar a sus vecinos, con la principal y honrosa resistencia de los tlaxcaltecas.
Muchos pueblos indígenas solamente cambiaron de amo, como de Tenochtitlán a España, esa es la verdad. Igual sucedió en otras regiones latinoamericanas. La explotación y diversas formas de vida esclavizada existían desde siempre en América, sin que tuvieran que llegar los conquistadores de la península ibérica.
España trajo a América muchas cosas olvidadas por "mala leche" o por desinformación de los anti-hispánicos y sus seguidores. Trajo medicina, educación, infraestructuras urbanas, industria, artes y oficios. También trajo y llevó productos, especies animales y vegetales para beneficio de todos.
España y Portugal trajeron también a América una nueva religión de amor, en vez de religiones que en ocasiones incluían sacrificios humanos, como en Tenochtitlán (desagradable verdad histórica que muchos quisieran desaparecer por arte de magia, pero no pueden, la evidencia arqueológica los contradice).
No, nunca hubo en América el Edén, la vida feliz y satisfactoria que se supone destruyeron los conquistadores ibéricos. En términos generales, no fueron los indígenas de más a menos.
Es verdad que muchos que vivían más libres, se encontraron "encomendados" a falsos protectores, que utilizaron su mano de obra para su servicio, a cambio de muy poco. Sí, hubo abusos en las encomiendas, pero no era así la toda la Encomienda: hubo de todo, bueno, regular y malo.
La América precolonizada nunca tuvo defensores de derechos humanos como los frailes llegados de España, que se enfrentaron a los explotadores, que además educaron, curaron y enseñaron artes y oficios que antes eran desconocidos en este continente.
Es útil la comparación con los británicos en Norteamérica y su genocidio: "el mejor indio es el indio muerto". Nunca los asimilaron, no hacían matrimonios interraciales, los recluyeron en "reservaciones"; pero sobre todo los asesinaron. No hubo una nueva cultura mestiza como en la colonización ibérica.
Si podemos hablar de una nueva raza mexicana, indígena y española, fue porque los conquistadores y luego sus descendientes y los nuevos colonizadores tenían diferente mentalidad. De ellos nació el mestizaje que nos caracteriza.
El orgullo mexicano por sus ciudades coloniales y su nueva cultura, con sus manifestaciones literarias, musicales y de otras artes, no puede explicarse sin la parte española que las compone, fusionada con las culturas autóctonas.
Mucha cultura culinaria tradicional en México es imposible sin cerdos y aves europeas, por ejemplo, y mucha música también tradicional se toca con violines, guitarras y otros instrumentos europeos de origen.
Muchos argumentos, evidencias materiales y culturales, historia pura y mente abierta nos dicen que el fanatismo antiespañol es inaceptable; que España no destruyó imperios y reinos locales a cambio de nada, que el balance entre lo explotado y lo aportado es finalmente favorable, sin negar los daños pero reconociendo los méritos.
Si así no fuera, México y otros países latinoamericanos serían, desde la colonia y por mucho tiempo, sociedades decadentes dominadas por amos implacables, por guerreros sometiendo a sus vecinos y hasta con sacrificios humanos a sus dioses.
La insalubridad, la ignorancia y la miseria serían la regla -con excepción de castas privilegiadas-. Pero no es así, aún con toda la pobreza que persiste y que ya como países liberados no hemos podido acabar. En esto España no tiene culpa alguna, somos responsables los mismos latinoamericanos de la postcolonia.