caronte
Miembro de la Vieja Guardia
Quise poner este artículo aquí por la profunda admiración que siento hacia el arma nepalí llamada kukri, es un artículo de 1972 pero me gustó tanto que lo quise compartir con ustedes mis compañeros de MEXARM, el artículo es de Héctor del Valle.
Rara vez sobrepasan el metro y medio de estatura, pero en la segunda guerra mundial uno solo de ellos solía enfrentarse y liquidar a dos corpulentos alemanes.
Temerosos de un ataque chino, los gurkas, habitantes del norte de Nepal, solicitaron en 1793 la protección de Inglaterra, y pasado el sustose encontraron con que los británicos, en plena expansión colonialista, se negaban a retirarse. Empezaron a combatirlos, y como respuesta el Imperio emprendió en 1814 una campaña punitiva en la que los Gurkas aterrorizaron por igual a ingleses y "sepoys" (soldados indostanos al servicio de Inglaterra) y convirtieron la campaña en una de las más desastrosas que hayan emprendido los británicos.
Entonces, cierta mañana del mismo 1814, un joven oficial inglés llamado Frederick Young patrullaba un bosque al mando de 200 "sepoys", cuando repentinamente tropezaron, en un claro, con medio centenar de gurkas que se lanzaron sobre ellos blandiendo sus filosas espadas, cortas y curvas, a las que llaman KUKRIS. Presas de pánico los "sepoys" emprendieron la huida. Young, por el contrario, desenvainó su espada y se plantó resuelto ante los atacantes. - ¿Por qué no corres?- preguntó el jefe de los gurkas chapurreando un poco de inglés. - No vine de tan lejos para correr. Estoy aquí para pelear- contestó el británico en perfecto gurkalí.
Impresionados por su valor y por el hecho de que hablara su lengua, los gurkas lo rodearon. -No nos gusta pelear con hombres como tú- dijo el jefe al tiempo que dejaba caer su kukri. Young lanzó al suelo su espada y ambos se estrecharon las manos. De regreso al campamento, el oficial pidió permiso a sus superiorespara reclutar soldados entre los gurkas que habían caído prisioneros. Estos no vieron inconveniente en luchar contra otros gurkas si a cambio de ello aseguraban su libertad, y pronto su intervención cambió el derrotero de la lucha.
La guerra terminó en 1816, con una de las más extrañas alianzas militares que existen. O por lo menos, así relatan los ingleses la melodramática incorporación de los gurkas al ejercito inglés, en el que llevan más de 150 años de luchar como mercenarios. Les pagan por servir como soldados y ellos son FELICES combatiendo. Se dice que matan "con tierna firmeza" y lo hacen a manera de deporte, sin odiar a sus enemigos. Su servidumbre hacia los ingleses ha sobrevivido a dos guerras mundiales, crueles derrotas, cambios de aliados y enemigos, la revolución comunista en Asia, la salida de Inglaterra de la India y el resurgimiento de China.
La primera gran victoria de los gurkas para la causa británica fue la captura de la fortaleza de Bharapur, en 1825. Tras la batalla dijeron: "Los ingleses son tan valientes como leones, y casi tanto como nosotros."
Modestos, sin embargo, atribuyeron parte de su triunfo a que, siendo de corta estatura(1.50m. como promedio), las balas enemigas pasaban sobre sus cabezas sin tocarlos, y en cambio hacían blanco en los corpulentos ingleses.
Nepal es un bello y accidentado país situado al noreste de la India, de unos 800 km. de largo por 160 de ancho. Enclavado en la cordillera del Himalaya, se levantan en él los picos más altos del mundo, incluido el Everest. Tiene unos nueve millones de habitantes, de origen mongólico e hindú.
Los gurkas están concentrados cerca de la frontera con el Tibet, en el norte del país. De siete de sus numerosas tribus fue de donde los ingleses reclutaron hombres. Tienen los gurkas un fuerte sentido familiar, pero carecen del sentimiento nacionalista; son más supersticiosos que religiosos y practican con deleite la ironía. No les gusta mentir, pero sí engañar a los extranjeros curiosos. Hablan una mezcla de hindustani, hindi y urdu- tres lenguas de la India-; son terriblemente ahorrativos, pero a menudo se dan el lujo de tener dos mujeres y más de diez hijos. Su plato nacional es el arroz con pescado y pimienta; acostumbran acompañarlo con ron, pero en ocaciones especiales prefieren beber Janr o Raski, dos bebidas locales muy fuertes.
Su habilidad como soldados les ha creado innumerables leyendas, incluyendo una que afirma que son aficionados a beber sangre. La verdad es distinta; a los gurkas les repugna hablar de sus combates o cometer crueldades. Aunque recorran el mundo combatiendo, conservan siempre un cariñoso recuerdo de sus pueblos natales; su mayor ambición es volver a ellos a pasar su vejez y moriri a la vista de sus altísimas montañas.
"En la batalla de Wadi Akarit, en Túnez- cuenta un corresponsalde guerra-, tuve la horrible experiencia de seguir a los batallones de gurkas en su ataque a una fortaleza. Ellos atacaron a media noche. Cuando llegué al lugar, por la mañana, oí risas y cantos. El espectáculo que me esperaba, sin embargo, no era para reir ni cantar. En dos esquinas de un amplio cuarto vi dos ordenadas y macabras pilas: una era de cabezas, la otra de cuerpos. Los gurkas desayunaban su inevitable arroz con pescado y en cuanto me vieron me ofrecieron un plato. Parecían disciplinados chicos excursionistas. El único kukri que vi desenvainado servía para pelar papas"
Quienes han visto pelear a los gurkas los consideran los mejores soldados de infantería que hay en el mundo. A su agilidad extraordinaria unen su valor a toda prueba y una asombrosa sangre fría.
" Cerca de Florencia -cuenta un australiano que peleó en la segunda Guerra Mundial -vi como un pequeño gurka despachaba a dos enormes alemanes que casi doblaban su estatura. A l parecer sin moverse esquivaba los golpes de bayoneta balanceando su kukri. De repente la hoja centelló en el aire y uno de los alemanes perdió la cabeza como por magia, decapitado de un golpe. Fue tan sorpresivo el movimiento, el cuerpo aún de pie empuñando el fusil con la bayoneta, sin cabeza, que yo, que corría a ayudar al gurka, quedé paralizado. El efecto debió ser el mismo para el otro soldado alemán, pues cuando pude reaccionar y volver de mi estupor, el gurka limpiaba tranquilamente su arma y otro cuerpo decapitado yacía entre la hojarasca que cubría el terreno."
Un solo gurka, en la primera Guerra Mundial, penetró en, las filas alemanas y rescató a varios prisioneros gurkas e ingleses que había en el camapmento. Otro gurka, llamado Ganyu, recibió durante la segunda Guerra Mundial la más alta condecoración militar inglesa, La Cruz de Victoria, cuando destruyó tres tanques japoneses y mató a sus tripulantes absolutamente solo.
Si los gurkas continúan enlistandose bajo las ordenes de los ingleses se debe a que se les paga bien y reciben buen trato. Un joven gurka sirve en el ejercito durante 15 años, y después puede vivir tranquilamente el resto de su vida con sus ahorros. En cambio, sus posibilidades de vivir cómodamente sin entrar al ejercito son prácticamente nulas. Nepal es un país primitivo, tiene pocas escuelas, carece casi por completo de carreteras y no ha desarrollado industrias.
Los gurkas se muestran orgullosos de haber servido bajo las órdenes de tres reyes y dos reinas británicos. Ir a Londres y entrevistarse con el rey o la reina suele ser la recompensa máxima a la que aspira un gurka. Los británicos, por supuesto, han sabido festejar las hazañas de los gurkas para lavarles el cerebro y conservar su lealtad.
Para un oficial inglés, llegar al mando de una brigada de gurkas es un alto honor, un público reconocimiento a su valor, pues sólo los más valientes son capaces de mandar a estos guerreros. El ejemplo de un hombre valiente es un acicate que los impulsa a cometer las más fabulosas hazañas. Nunca ha habido un solo caso de cobardía, deserción o motín en el siglo y medio que tienen los gurkas al servicio de Inglaterra
Pero el tiempo también ha dejado su huella en Nepal. Hoy día empiezan a construirse aeródromos, y China construye una carretera del Tibet a Katmandú. También empieza a multiplicarse el número de escuelas. Poco a poco, los gurkas asimilan la influencia de los vientos civilizadores.
Inevitablemente llegará el día en que estos vientos sean más fuertes que el recuerdo heroico de los combates al lado de los ingleses, y ese día los magníficos homicidas preferirán, en vez de combatir, disfrutar de la paz a la sombra de sus nevadas montañas.
Rara vez sobrepasan el metro y medio de estatura, pero en la segunda guerra mundial uno solo de ellos solía enfrentarse y liquidar a dos corpulentos alemanes.
Temerosos de un ataque chino, los gurkas, habitantes del norte de Nepal, solicitaron en 1793 la protección de Inglaterra, y pasado el sustose encontraron con que los británicos, en plena expansión colonialista, se negaban a retirarse. Empezaron a combatirlos, y como respuesta el Imperio emprendió en 1814 una campaña punitiva en la que los Gurkas aterrorizaron por igual a ingleses y "sepoys" (soldados indostanos al servicio de Inglaterra) y convirtieron la campaña en una de las más desastrosas que hayan emprendido los británicos.
Entonces, cierta mañana del mismo 1814, un joven oficial inglés llamado Frederick Young patrullaba un bosque al mando de 200 "sepoys", cuando repentinamente tropezaron, en un claro, con medio centenar de gurkas que se lanzaron sobre ellos blandiendo sus filosas espadas, cortas y curvas, a las que llaman KUKRIS. Presas de pánico los "sepoys" emprendieron la huida. Young, por el contrario, desenvainó su espada y se plantó resuelto ante los atacantes. - ¿Por qué no corres?- preguntó el jefe de los gurkas chapurreando un poco de inglés. - No vine de tan lejos para correr. Estoy aquí para pelear- contestó el británico en perfecto gurkalí.
Impresionados por su valor y por el hecho de que hablara su lengua, los gurkas lo rodearon. -No nos gusta pelear con hombres como tú- dijo el jefe al tiempo que dejaba caer su kukri. Young lanzó al suelo su espada y ambos se estrecharon las manos. De regreso al campamento, el oficial pidió permiso a sus superiorespara reclutar soldados entre los gurkas que habían caído prisioneros. Estos no vieron inconveniente en luchar contra otros gurkas si a cambio de ello aseguraban su libertad, y pronto su intervención cambió el derrotero de la lucha.
La guerra terminó en 1816, con una de las más extrañas alianzas militares que existen. O por lo menos, así relatan los ingleses la melodramática incorporación de los gurkas al ejercito inglés, en el que llevan más de 150 años de luchar como mercenarios. Les pagan por servir como soldados y ellos son FELICES combatiendo. Se dice que matan "con tierna firmeza" y lo hacen a manera de deporte, sin odiar a sus enemigos. Su servidumbre hacia los ingleses ha sobrevivido a dos guerras mundiales, crueles derrotas, cambios de aliados y enemigos, la revolución comunista en Asia, la salida de Inglaterra de la India y el resurgimiento de China.
La primera gran victoria de los gurkas para la causa británica fue la captura de la fortaleza de Bharapur, en 1825. Tras la batalla dijeron: "Los ingleses son tan valientes como leones, y casi tanto como nosotros."
Modestos, sin embargo, atribuyeron parte de su triunfo a que, siendo de corta estatura(1.50m. como promedio), las balas enemigas pasaban sobre sus cabezas sin tocarlos, y en cambio hacían blanco en los corpulentos ingleses.
Nepal es un bello y accidentado país situado al noreste de la India, de unos 800 km. de largo por 160 de ancho. Enclavado en la cordillera del Himalaya, se levantan en él los picos más altos del mundo, incluido el Everest. Tiene unos nueve millones de habitantes, de origen mongólico e hindú.
Los gurkas están concentrados cerca de la frontera con el Tibet, en el norte del país. De siete de sus numerosas tribus fue de donde los ingleses reclutaron hombres. Tienen los gurkas un fuerte sentido familiar, pero carecen del sentimiento nacionalista; son más supersticiosos que religiosos y practican con deleite la ironía. No les gusta mentir, pero sí engañar a los extranjeros curiosos. Hablan una mezcla de hindustani, hindi y urdu- tres lenguas de la India-; son terriblemente ahorrativos, pero a menudo se dan el lujo de tener dos mujeres y más de diez hijos. Su plato nacional es el arroz con pescado y pimienta; acostumbran acompañarlo con ron, pero en ocaciones especiales prefieren beber Janr o Raski, dos bebidas locales muy fuertes.
Su habilidad como soldados les ha creado innumerables leyendas, incluyendo una que afirma que son aficionados a beber sangre. La verdad es distinta; a los gurkas les repugna hablar de sus combates o cometer crueldades. Aunque recorran el mundo combatiendo, conservan siempre un cariñoso recuerdo de sus pueblos natales; su mayor ambición es volver a ellos a pasar su vejez y moriri a la vista de sus altísimas montañas.
"En la batalla de Wadi Akarit, en Túnez- cuenta un corresponsalde guerra-, tuve la horrible experiencia de seguir a los batallones de gurkas en su ataque a una fortaleza. Ellos atacaron a media noche. Cuando llegué al lugar, por la mañana, oí risas y cantos. El espectáculo que me esperaba, sin embargo, no era para reir ni cantar. En dos esquinas de un amplio cuarto vi dos ordenadas y macabras pilas: una era de cabezas, la otra de cuerpos. Los gurkas desayunaban su inevitable arroz con pescado y en cuanto me vieron me ofrecieron un plato. Parecían disciplinados chicos excursionistas. El único kukri que vi desenvainado servía para pelar papas"
Quienes han visto pelear a los gurkas los consideran los mejores soldados de infantería que hay en el mundo. A su agilidad extraordinaria unen su valor a toda prueba y una asombrosa sangre fría.
" Cerca de Florencia -cuenta un australiano que peleó en la segunda Guerra Mundial -vi como un pequeño gurka despachaba a dos enormes alemanes que casi doblaban su estatura. A l parecer sin moverse esquivaba los golpes de bayoneta balanceando su kukri. De repente la hoja centelló en el aire y uno de los alemanes perdió la cabeza como por magia, decapitado de un golpe. Fue tan sorpresivo el movimiento, el cuerpo aún de pie empuñando el fusil con la bayoneta, sin cabeza, que yo, que corría a ayudar al gurka, quedé paralizado. El efecto debió ser el mismo para el otro soldado alemán, pues cuando pude reaccionar y volver de mi estupor, el gurka limpiaba tranquilamente su arma y otro cuerpo decapitado yacía entre la hojarasca que cubría el terreno."
Un solo gurka, en la primera Guerra Mundial, penetró en, las filas alemanas y rescató a varios prisioneros gurkas e ingleses que había en el camapmento. Otro gurka, llamado Ganyu, recibió durante la segunda Guerra Mundial la más alta condecoración militar inglesa, La Cruz de Victoria, cuando destruyó tres tanques japoneses y mató a sus tripulantes absolutamente solo.
Si los gurkas continúan enlistandose bajo las ordenes de los ingleses se debe a que se les paga bien y reciben buen trato. Un joven gurka sirve en el ejercito durante 15 años, y después puede vivir tranquilamente el resto de su vida con sus ahorros. En cambio, sus posibilidades de vivir cómodamente sin entrar al ejercito son prácticamente nulas. Nepal es un país primitivo, tiene pocas escuelas, carece casi por completo de carreteras y no ha desarrollado industrias.
Los gurkas se muestran orgullosos de haber servido bajo las órdenes de tres reyes y dos reinas británicos. Ir a Londres y entrevistarse con el rey o la reina suele ser la recompensa máxima a la que aspira un gurka. Los británicos, por supuesto, han sabido festejar las hazañas de los gurkas para lavarles el cerebro y conservar su lealtad.
Para un oficial inglés, llegar al mando de una brigada de gurkas es un alto honor, un público reconocimiento a su valor, pues sólo los más valientes son capaces de mandar a estos guerreros. El ejemplo de un hombre valiente es un acicate que los impulsa a cometer las más fabulosas hazañas. Nunca ha habido un solo caso de cobardía, deserción o motín en el siglo y medio que tienen los gurkas al servicio de Inglaterra
Pero el tiempo también ha dejado su huella en Nepal. Hoy día empiezan a construirse aeródromos, y China construye una carretera del Tibet a Katmandú. También empieza a multiplicarse el número de escuelas. Poco a poco, los gurkas asimilan la influencia de los vientos civilizadores.
Inevitablemente llegará el día en que estos vientos sean más fuertes que el recuerdo heroico de los combates al lado de los ingleses, y ese día los magníficos homicidas preferirán, en vez de combatir, disfrutar de la paz a la sombra de sus nevadas montañas.
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