Estimados foristas, les cuento una anécdota de tesoros que me contó hace unos días un residente de obra, tiene un desenlace tragi-cómico:
Héctor (el residente que me contó esto) fué contratado para supervisar algunas reparaciones en una casa en Chimalistac, al sur de la Ciudad de México. Para ésta obra requirió de varios albañiles, entre los que uno destacaba por su afición a la bebida y su permanente búsqueda de formas de transarse a los demás.
Para poder hacer las reparaciones y modificaciones que indicaba el proyecto, tenían que sacar de uno de los cuartos un montón de chácharas, libros, alfombras y cuanto chunche viejo se puedan imaginar. Mientras trabajaban, los albañiles bromeaban con que si se iban a encontrar un muerto, un espanto y lógicamente, un tesoro. En eso andaban cuando el piso de madera, apolillado y podrido por años de humedad y cero mantenimiento, Cedió haciendo caer al albañil transa, que mientras aventaba pedazos de duela podrida y maldecía a sus compañeros, encontró escondido bajo el piso, según él, y caído al hueco según sus compañeros, un morral de lona bastante pesado, lleno de unos tejos negros, que al rayarlos, dejaron ver una línea reluciente, y alguien dijo "la plata se pone negra con el tiempo, pero si se limpia siempre brilla". El Albañil se puso como loco, tomo el morral en una mano y con la otra un martillo, amenazando con matar al que se le acercara. Salió corriendo y en la carrera se encontró al Ing. Héctor, al que le gritó toda clase de insultos y se fué, abandonado su morral de herramienta y hasta la chamarra que estaba por ahí colgada en la obra.
Los albañiles le contaron lo sucedido a Héctor, quien fué a buscar al dueño de la casa y le comentó del incidente, por si el dueño quería levantar una denuncia por robo, el dueño, muy escéptico, le dijo que la casa siempre había sido de su familia, y que aunque siempre había sido una familia acomodada, podría jurar que nunca se había ocultado ahí un tesoro, y ahí quedó por el momento la cosa.
Casi para terminar la obra, otro de los albañiles (compadre del transa) les contó a Héctor y a los demás albañiles el fin de la historia de los "tejos de plata", resulta que el transa salió corriendo, se fué directo a su casa a maldecir y golpear con ganas a su mujer y decirle que pronto le enviaría un abogado para que le diera el divorcio y que no esperara un centavo de pensión. De pasada también la agarró con sus vecinos, los insultó y los trató de muertos de hambre y se fué a la central de autobuses del norte, donde tomó un camión rumbo a Nuevo Laredo, gastándose en eso hasta el último peso que llevaba, ya que pensaba vender un lingote en Nuevo Laredo y pasarse a EEUU con el resto, para venderlos allá y vivir de su tesoro.
Llegando a Nuevo Laredo, se puso a preguntar por negocios que compraran pedacería de oro y plata, y fué a vender uno de sus tejos, sin comer y sin dormir, con la ambición pintada en la cara, cual va siendo su sorpresa cuando, al poner en manos del valuador uno de sus tejos, este le dice, sin más trámite "aquí no compramos plomo" el tipo pensó que el valuador lo quería robar, así que le arrancó el tejo y salió corriendo, todo el día anduvo buscando quien le comprara sus tejos y en todos lados recibió la misma respuesta: tejos de plomo.
Ya en la noche, todo hambreado, terminó en un yunque, donde le compraron el plomo en lo que vale, lo que le permitió cenar algo y llamar a su compadre para contarle la historia y pedirle ayuda para regresar al DF. El compadre le advirtió que mejor no regresara, ya que sus cuñados lo andaban buscando por la escena que le había hecho a la esposa, y que sus vecinos tampoco estaban muy amigables.
Saludos :cheers:
Héctor (el residente que me contó esto) fué contratado para supervisar algunas reparaciones en una casa en Chimalistac, al sur de la Ciudad de México. Para ésta obra requirió de varios albañiles, entre los que uno destacaba por su afición a la bebida y su permanente búsqueda de formas de transarse a los demás.
Para poder hacer las reparaciones y modificaciones que indicaba el proyecto, tenían que sacar de uno de los cuartos un montón de chácharas, libros, alfombras y cuanto chunche viejo se puedan imaginar. Mientras trabajaban, los albañiles bromeaban con que si se iban a encontrar un muerto, un espanto y lógicamente, un tesoro. En eso andaban cuando el piso de madera, apolillado y podrido por años de humedad y cero mantenimiento, Cedió haciendo caer al albañil transa, que mientras aventaba pedazos de duela podrida y maldecía a sus compañeros, encontró escondido bajo el piso, según él, y caído al hueco según sus compañeros, un morral de lona bastante pesado, lleno de unos tejos negros, que al rayarlos, dejaron ver una línea reluciente, y alguien dijo "la plata se pone negra con el tiempo, pero si se limpia siempre brilla". El Albañil se puso como loco, tomo el morral en una mano y con la otra un martillo, amenazando con matar al que se le acercara. Salió corriendo y en la carrera se encontró al Ing. Héctor, al que le gritó toda clase de insultos y se fué, abandonado su morral de herramienta y hasta la chamarra que estaba por ahí colgada en la obra.
Los albañiles le contaron lo sucedido a Héctor, quien fué a buscar al dueño de la casa y le comentó del incidente, por si el dueño quería levantar una denuncia por robo, el dueño, muy escéptico, le dijo que la casa siempre había sido de su familia, y que aunque siempre había sido una familia acomodada, podría jurar que nunca se había ocultado ahí un tesoro, y ahí quedó por el momento la cosa.
Casi para terminar la obra, otro de los albañiles (compadre del transa) les contó a Héctor y a los demás albañiles el fin de la historia de los "tejos de plata", resulta que el transa salió corriendo, se fué directo a su casa a maldecir y golpear con ganas a su mujer y decirle que pronto le enviaría un abogado para que le diera el divorcio y que no esperara un centavo de pensión. De pasada también la agarró con sus vecinos, los insultó y los trató de muertos de hambre y se fué a la central de autobuses del norte, donde tomó un camión rumbo a Nuevo Laredo, gastándose en eso hasta el último peso que llevaba, ya que pensaba vender un lingote en Nuevo Laredo y pasarse a EEUU con el resto, para venderlos allá y vivir de su tesoro.
Llegando a Nuevo Laredo, se puso a preguntar por negocios que compraran pedacería de oro y plata, y fué a vender uno de sus tejos, sin comer y sin dormir, con la ambición pintada en la cara, cual va siendo su sorpresa cuando, al poner en manos del valuador uno de sus tejos, este le dice, sin más trámite "aquí no compramos plomo" el tipo pensó que el valuador lo quería robar, así que le arrancó el tejo y salió corriendo, todo el día anduvo buscando quien le comprara sus tejos y en todos lados recibió la misma respuesta: tejos de plomo.
Ya en la noche, todo hambreado, terminó en un yunque, donde le compraron el plomo en lo que vale, lo que le permitió cenar algo y llamar a su compadre para contarle la historia y pedirle ayuda para regresar al DF. El compadre le advirtió que mejor no regresara, ya que sus cuñados lo andaban buscando por la escena que le había hecho a la esposa, y que sus vecinos tampoco estaban muy amigables.
Saludos :cheers:
