La caída de Constantinopla
El 7 de abril de 1453 dio comienzo oficialmente el asedio con el disparo que efectuó la Gran Bombarda y al que siguieron los demás cañones fabricados por Orbán. Su primer objetivo fue la Puerta Militar de San Romano y el sector de la muralla, ya que se consideraba como el punto más débil de la misma.
A partir del 12 de abril el cañoneo no se detuvo. Día tras día los proyectiles de las bombardas debilitaban los muros de Constantinopla que no estaban diseñados para repeler los ataques de la artillería. No debemos olvidar que se estaba enfrentando una tecnología defensiva del siglo V con otra ofensiva del siglo XV.
Tecnología defensiva que contaba además con otra desventaja, pues las torres nunca fueron modernizadas para permitir un uso sostenido y eficaz de la variopinta artillería con la que contaban los defensores. De esta manera los bizantinos se vieron privados del soporte de un fuego de contrabatería.
La táctica de tiro usada por los otomanos era simple. Los primeros disparos iban dirigidos a la base de la muralla para provocar un boquete o grieta de varios metros en la mampostería. A continuación, afinando el tiro en la medida de lo posible, se disparaba en línea vertical sobre la base de los primeros impactos. De esta forma se conseguía debilitar y derrumbar parte del lienzo de la muralla. "...y la piedra disparada con enorme fuerza y velocidad, golpea la muralla, la cual inmediatamente se derriba y rompe en varios fragmentos dispersos, que caen sobre los defensores matando a todo aquel que se encuentre cerca". Kritovoulos.
Harina de otro costal era cómo los defensores arreglaban los desperfectos ocasionados por los cañones. Al caer el día, cuando cesaban los disparos de la artillería, los bizantinos salían extramuros para reparar las murallas con sacos terreros, barriles llenos tierra, cajas, árboles, escombros de la propia muralla e incluso pacas de lana y algodón. Estos últimos dos materiales tenían la ventaja de poder resistir mejor la lluvia de proyectiles turcos.
Ante la efectividad de las reparaciones bizantinas el sultán mandó disparar su cañones contra dos fortificaciones extramuros con mejores resultados. Cuando las murallas fueron pulverizadas por la artillería, las guarniciones de ambas fortalezas fueron empaladas. En otras ocasiones el sultán Mehmet mandó apuntar sus cañones por encima de la triple muralla para bombardear el interior de la ciudad. El resultado de dichos bombardeos fueron numerosos incendios en el interior de Constantinopla que sustraían defensores del perímetro de la muralla.
Fueron varios los asaltos que sufrió la ciudad y a pesar de estar derruida la muralla exterior en el sector de Mesoteichion, los bizantinos repelieron estos ataques no sin gran esfuerzo. Pero pocos días después la ciudad iba a recibir un duro golpe. El 21 de abril el sultán ordenó construir un camino de madera para que sus barcos pasaran del estrecho de los Dardanelos al interior del Cuerno de Oro.
Construido por ingenieros italianos, el camino medía 12 kilómetros de longitud y salvaba un desnivel de 75 metros, permitiendo introducir en el Cuerno de Oro hasta 70 navíos de guerra turcos. En esta ocasión la artillería otomana obtuvo un pequeño triunfo al conseguir alejar con sus proyectiles a la flota cristiana de 26 galeras de guerra que se encontraba en el interior del Cuerno. Una nueva amenaza se cernía sobre la capital del exiguo imperio. A los seis kilómetros de murallas terrestres ahora había que sumarle los trece de murallas costeras que había que defender, y no eran precisamente soldados lo que le sobraban a los bizantinos.
Debido a los intensos bombardeos, la Gran Bombarda quedó dañada durante varios días en el mes de mayo, disminuyendo así la presión sobre la ciudad. Podemos imaginar que la avería se debió producir por el uso intenso que se le estaba dando a la pieza.
Los ataques se reanudaron durante el resto del mes de mayo sin resultados positivos para los sitiadores. En cambio para los bizantinos el futuro se volvía cada vez más oscuro. Un barco que había zarpado tiempo atrás en busca de una flota veneciana de rescate regresó el 23 de mayo con la peor de las noticias. Nadie acudiría en auxilio de Constantinopla.
Una antigua profecía de Constantino el Grande vaticinaba que la ciudad sólo sobreviviría mientras la Luna brillase en el cielo. La noche del 24 de mayo de 1453 se produjo un eclipse lunar que oscureció Constantinopla. Pero los malos presagios no terminaron ahí ya que al día siguiente durante una procesión uno de los iconos más sagrados de la ciudad cayó de su marco al suelo. La procesión siguió su camino hasta que una granizada inundó las calles. ¿Qué más podía ocurrir?
El 25 de mayo la ciudad amaneció envuelta en una espesa niebla y un frío invernal totalmente inusual para finales de mayo. "Aquella noche, al disiparse la niebla, se observó un resplandor extraño sobre la cúpula de la iglesia de Santa Sofía. Se vio también desde el campamento turco lo mismo que por los constantinopolitanos, los turcos se inquietaron igualmente. El mismo sultán tuvo que ser tranquilizado por sus sabios...".
Muchos creyeron ver en este suceso que Cristo abandonaba Constantinopla, pero la explicación a dicho fenómeno era más terrenal. Tanto el eclipse como los efectos visuales que se produjeron estaban originados por una nube volcánica que había tenido su origen en la erupción del volcán Kuwae en Nuevas Hébridas.
El último y definitivo ataque tuvo lugar el día 29 de mayo antes del amanecer, sobre el ya muy castigado sector del Mesoteichion. Mehmet II lanzó a la batalla en primer lugar a los Bashi Bazuks en dos oleadas que se estrellaron literalmente contra las murallas. El segundo ataque lo llevaron a cabo los soldados regulares del contingente anatolio, pero una vez más fueron contenidos por los defensores.
Entonces fue cuando el sultán mandó atacar a los jenízaros, los soldados mejor entrenados y equipados de los que disponía. Su ataque se prolongó hasta el mediodía, y cuando parecía que habían fracasado en su empeño, dos hechos cambiaron la suerte de la ciudad.
En primer lugar el genovés Giovanni Giustiniani, designado por el mismísimo emperador Constantino Paleólogo como comandante en jefe de la defensa de Constantinopla, cayó mortalmente herido. Al ser retirado de la primera línea, los soldados genoveses que luchaban con él siguieron a su capitán, dejando vía libre un sector de la muralla al asalto jenízaro.
El segundo hecho trascendental fue el hallazgo por parte de los turcos de una poterna que estaba mal atrancada, conocida como Kerkoporta . Por ella consiguieron penetrar un grupo de jenízaros, capitaneados, según la leyenda, por uno gigantesco de nombre Hasan, que rápidamente lograron colocar estandartes en algunas de las torres. Aunque fueron, rápidamente, abatidos por los defensores, su gesto sirvió para galvanizar los asaltos.
La lucha que a continuación tuvo dentro de la ciudad fue el último acto del asedio. El mismo emperador Constantino XI, el último de los romanos, halló la muerte en combate. Según algunas fuentes, defendiendo la brecha que se había producido cerca de la puerta de San Romanus; según otros autores, retirándose, combatiendo, hacia la poterna del Cristo, en un vano intento de alcanzar alguna embarcación.