Dodne quedo el tesoro de los plateados
La Victoria de las fuerzas insurgentes comandadas por el Gral. José María Morelos y Pavón (1812) sobre las tropas realistas de Calleja, durante el Sitio de Cuautla, es considerado uno de los episodios más importantes en la Guerra de la Independencia de México respecto de España. La parti-cipación oportuna de Narciso Mendoza el Niño Artillero, al prender la mecha del cañón cuyo disparo hizo impacto en el punto más vulnerable del enemigo, selló la Victoria.
El Valle de Cuautla muy cerca de Cuernavaca, representaba para los intereses de la Corona Española una región estratégica desde el punto de vista económico, por dos razones: una en función de las abundantes cosechas de caña de azúcar que procesaban los hacendados de la región. La otra, porque era la ruta obligada del tráfico de productos agrícolas, minerales y artesanales provenientes del Valle de Oaxaca, el Itsmo de Tehuantepec y también por ser ruta del tráfico de mercancías provenientes por vía marítima desde países lejanos como Chile, Perú y Ecuador hasta el Puerto de Acapulco. Y también de Asia, particularmente de Filipinas, en las famosas embarcaciones llamadas naos. A lomo de caballo, mulas y asnos, los arrieros pasaban por Chilpancingo, Iguala, Buena Vista de Cuellar, Jojutla, Yautepec y Tlayacapan, siendo este último pueblo, el punto neurálgico donde se juntaban los caminos antes de llegar a Xochimilco, y desde ahí en trajineras o lanchas hasta el centro de México.
De joven, José María Morelos trabajó con su tío (hermano de su difunto padre), arriando las bestias de carga, entre el puerto de Acapulco y México, lo que le permitió conocer los pueblos que años más tarde serían escenario de encarnizados enfrentamientos entre tropas españolas y los rebeldes insurgentes. Después de sudar a raudales y sufrir el cansancio en grado mayor, a la edad de 30 años, Morelos ingresó al seminario a estudiar para sacerdote. Por cierto, el pañuelo que se enredaba en la cabeza, era para sentir menos la migraña que lo aquejaba.
Al estallar la Guerra de Independencia de México el 16 de septi-embre de 1810 en Dolores Hidalgo Guanajuato, el Gran Morelos atrajo las luchas a los caminos que conocía, resguardados por el ejército realista, para estrangular el ingreso de mercancías. El Sitio de Cuautla tuvo lugar en esa época. En 1913 las fuerzas insurgentes tomaron el estratégico Fuerte de San Diego en Acapulco.
Los enfrentamientos eran un obstáculo al flujo de las mercancías, lo que obligó a los comerciantes a desviar la ruta de navegación de Acapulco, al Puerto de San Blas, en Nayarit, también en el Pacífico.
Los ingleses que comercializaban productos importados de su madre patria, para ser usados por los españoles en la explotación minera, obtuvieron beneficios económicos durante la colonia sin desgastarse militarmente. Y cuando los ingleses le querían “torcerle el brazo” al gobierno colonial y obtener mayor provecho, armaban a los nativos para que estos cargaran con las consecuencias de los enfrentamientos.
Los ingleses también ganaban a la mala, es bien sabido que en esa época, a bordo de barcos armados hasta los dientes, navegaban en el Caribe o en el Atlántico, disfrazados como corzarios, para desbalijar y hundir barcos españoles.
Mientras eso sucedía en alta mar en el Caribe o en el Atlántico, los que se atrevían a recorrer a lomo de mula los caminos entre Acapulco y México, en pleno siglo XIX, frecuentemente eran asaltados.
La más importante banda de asaltantes que asolaban los caminos, en el territorio que hoy es Morelos, se llamaron Los Plateados. Era basto su conocimiento del territorio (de lo que hoy es el estado de Morelos y Puebla) desde Jonacatepec, Tlayacapan y Yautepec. Cuantas veces trataron de ultimarlos, se escondían en cuevas y barrancas. Su crueldad, su audacia y métodos sorpresivos, anulaban la capacidad de respuesta de la presa. Como resultado de las “expropiaciones”, acumularon un gran tesoro.
Al ser informado el Presidente Benito Juárez, sobre las acciones de la banda de malandrines, dio la orden de aniquilarlos. Fueron pasados por las armas en el tercer tercio del siglo XIX aproximadamente.
Desde entonces y por más de un siglo la pregunta obligada era ¿Dónde quedó el Tesoro de Los Plateados? Buscadores de tesoros rascaron en las ruinas de la Hacienda de Xochimancas, guarida preferida de Los Plateados, y en otros lugares, por que al parecer, Los Plateados lo ocultaron en varios lados.
Los literatos indagaron acerca del lado social y sentimental de Los Plateados y el inmortal Ignacio Manuel Altamirano escribió la célebre novela El Zarco, sobre el más popular y carismático de ellos. En aquella época el pueblo llegó a idealizar a los plateados y se aseguraba que repar-tían parte del botín entre los pobres. Hasta se dijo que llegaron a construir una Casa de Cultura en Axochiapan.
Don Javier Alvarez, mi vecino en Jiutepec Morelos me platicó que un pariente suyo intentó entrar a una cueva en El Cañón de Lobos, donde -aseguraban- se encontraba el tesoro e incluso. Esa persona alcanzó a ver dos esqueletos sobre un par de montículos de tierra y piedra y cuando intentó salir, sus acompañantes lo rescataron con una reata, “jalándolo de las patas”. Cuenta la Leyenda que cuando los antepasados ricos enterraban un tesoro, mataban a los que escarbaban la tierra para que no regresaran por el tesoro y para que lo cuidaran después de muertos.
Otra persona que actualmente trabaja en Operaciones de Mante-nimiento del Ayuntamiento de Jiutepec, me contó que un amigo suyo construyó un jacal en la entrada de la famosa cueva, para que nadie sacara el tesoro sin entregarle su parte por cuidar la entrada.
Mi tío Genaro Hernández, don Samuel Rodríguez y don Sabino Hernández -vecinos del pueblo de Atlacomulco donde se encuentra la Exhacienda de Cortés- en consulta mediumnística preguntaron a un espíritu donde se encontraba El Tesoro de Los Plateados. El espíritu les contestó que al pié del Cerro de las Tetillas, muy cerca de Yautepec.
Finalmente, cuando construyeron el nuevo carril de la carretera Cuer-navaca a Cuautla, siendo gobernador don Lauro Ortega Martínez (1982-1988), encontraron el Tesoro de Los Plateados, al pié del Cerro de Las Tetillas.
El ingeniero Luis Murillo, responsable de la construcción, me contó que antes de encontrar el tesoro sucedió un hecho misterioso, en el trans-curso de la construcción del nuevo carril de la carretera.
Un pliege de la montaña rocosa no cedía al impacto de la dinamita; cuando un peón lo llamó para mostrarle una mano negra que salía de la montaña, como reteniendo, las rocas.
El gobernador Lauro Ortega presionaba a los constructores para concluir la carretera en el menor tiempo posible porque el tráfico vehicular Cuernavaca-Cuautla durante muchos meses fue desviado vía Tepoztlán, triplicando el tiempo de recorrido. El Ing. Murillo fue a solicitar su consejo a un sacerdote amigo en Yautepec: ¿cómo hacerle para superar el obstáculo interpuesto por la mano negra? El sacerdote acompañó al Ingeniero Murillo y mediante bendición eliminó a la misteriosa mano y la roca se desgranó al primer dinamitazo.
Una vez encontrado ¿Donde quedó el tesoro de Los Plateados? Definitívamente no se le quedó al Ing. Luis Murillo. Y al exgobernador del estado de Morelos don Lauro Ortega Martínez, ni como preguntarle, ya murió. Y el entonces administrador de la construcción y hoy en día próspero comerciante de autos en Cuernavaca, don Próspero Deger, es muy difícil que nos saque de la duda, menos que nos diga la verdad.
El Tesoro que mediante asaltos y confiscaciones más de un siglo tardaron en reunir Los Plateados…que resistió dentro de una cueva el acoso de la ambición humana, finalmente se hizo humo. Así es…ajá….
ALGUIEN SABE DE UN TESORO LE AYUDO A SACARLO
angelsuertudo@hotmail.com