EL APRENDIZ
Miembro de la Vieja Guardia
El hallazgo inesperado
Un buen día, mis socios se presentaron en Tlaquepaque, para revisar una vieja casa, propiedad de uno de los compañeros de trabajo, quien pagaba renta a una familia oriunda de Puebla, debido a que era media semana, no pude acompañarlos, les di permiso para que tomaran el día, muy temprano iniciaron trabajos de prospección, con el auxilio de tres detectores que integraban parte de nuestro equipo, gran parte de la mañana, transcurrió sin mayores novedades, hacia el medio día, se habían reunido gran cantidad de objetos localizados gracias al buen funcionamiento de los detectores y pericia de operación, clavos antiguos hechos a mano, herraduras de caballerías, bisagras de puertas, etc. toda esa parafernalia, para cualquiera, no es si no, “chatarra”, para nosotros, significa piezas de colección, debido a que sin duda, cada una de ellas, encierra buena dosis de historia.
Llegada la hora de comer, interrumpieron labores para tomar un bocado y comentar lo hasta entonces ocurrido, para esa hora, estaban convencidos de que en lugar no quedaban sitios para revisar, solo quedaba un cuarto muy oscuro lleno de palos y macetas de barro, el inquilino, antes de salir al trabajo, se había tomado la molestia de acomodar lo mejor que pudo “el tilichero”, mas, no fue suficiente su esfuerzo para limpiar un área grande, como quiera, los buscadores inspeccionaron el recinto, sobre todo, los muros que presentaban características interesantes, abultamientos y recovecos eran notorios por doquier, después de poco tiempo de inspección, uno de los detectores registró marca con mucha intensidad, esta señal, se interpreta como prueba de que el aparato encontró importante masa metálica, en ese punto, los muros acusan espesores del orden de un metro, mis compañeros determinaron la conveniencia de “practicar perforaciones testigo”, poseíamos como parte del equipo, cuatro brocas con punta de carburo de tungsteno, de .80cm de largo por ¼”, de diámetro, las brocas se usan para no tener que romper muros, si no es necesario, el orificio resultante, puede disimularse con facilidad una vez terminada la operación de sondeo, el procedimiento es como sigue:
Se practican dos operaciones adyacentes, cuya separación se determina a juicio del operador, se introducen los electrodos de óhmetro y con base a las lecturas del instrumento, se procede o no, a excavar.
La medición en el óhmetro, resultó positiva, según su registro, dentro del muro existía importante yacimiento metálico; obtenido el respectivo permiso, se procedió con entusiasmo a excavar sobre el muro, debido a que los adobes de la región, son de muy buena calidad, su dureza presentó ciertas dificultades, mis amigos, haciendo gala de pericia y “colmillo”, muy pronto retiraron suficiente material para poder inspeccionar de cerca, lo que el muro “protegía”, mayor sorpresa no pudo haberles causado un terremoto.
Ante sus sorprendidos ojos, se develó lo que jamás hubieran esperado, sus oídos fueron también testigos de su éxito, al descubrir que, procedente del objeto metálico recién descubierto, se escuchaba fuerte siseo, como de aire que escapa a presión, largos minutos transcurrieron, hasta que el polvo que flotaba dentro de la oquedad, se asentó lo suficiente, para permitir a los prospectores, comprobar acongojados al máximo, que lo que estaba ante su vista, era nada menos que, el refrigerador de los vecinos, el ruido era causado por el gas refrigerante que se había puesto en libertad, debido a la efectividad de las brocas que, gracias a la dureza de su punta, son capaces de perforar materiales de gran dureza.
Es fácil imaginar los momentos que precedieron al incidente, al tratar de explicar a los sin duda propietarios del maltratado mueble, que todo se debía a infortunado accidente.
Mis socios salieron bien librados, gracias a que el paterfamilias, estaba ausente, la señora explicó que, más les valía retirarse de la escena, su marido es de muy mal talante, de seguro no aceptaría de buen grado las disculpas.
El siguiente día, los integrantes de la frustrada partida, llegaron temprano al trabajo, no me extrañó que no me buscaron la noche anterior, por que sabían que estaría fuera de casa, asistiría a una reunión que se prolongó hasta tarde.
Carmelo, después de vestir su ropa de trabajo, se presentó en mi oficina, para a nombre del grupo notificarme que, “maestro, a Ud. Le tocan cien pesos”.
Es proverbial el desinterés que todos en el grupo hemos demostrado, en tratándose de la repartición del fruto de los esfuerzos comunes, nuestra principal retribución es, experimentar las emociones tan peculiares que se producen a la vista de cosas, por nosotros recién descubiertas, continuando con la conversación, reiteré a mi interlocutor mi conformidad y le pedí pormenores de su misión, Carmelo repitió su informe para agregar que, a mí, como al resto de la pandilla, “me correspondía aportar cien pesos”, para completar el pago del refrigerador víctima de la dedicación de los prospectores.
Con presteza, se reunió la cantidad necesaria para adquirir un nuevo aparato y de inmediato entregarlo a los afectados, quienes pasado el mal rato, quedaron muy agradecidos, el fortuito incidente, les permitía deshacerse del problema que, desde tiempo atrás, representaba el mal funcionamiento del mueble, al decir de la Sra. De la casa, todas las mañanas, amanecía un gran charco de agua, producto del deshielo del maltrecho implemento.
Así fue, como, nueva página de la historia, se cerró sin mayores consecuencias.
Espero, les haya gustado esta historia que saque de internet.
Un buen día, mis socios se presentaron en Tlaquepaque, para revisar una vieja casa, propiedad de uno de los compañeros de trabajo, quien pagaba renta a una familia oriunda de Puebla, debido a que era media semana, no pude acompañarlos, les di permiso para que tomaran el día, muy temprano iniciaron trabajos de prospección, con el auxilio de tres detectores que integraban parte de nuestro equipo, gran parte de la mañana, transcurrió sin mayores novedades, hacia el medio día, se habían reunido gran cantidad de objetos localizados gracias al buen funcionamiento de los detectores y pericia de operación, clavos antiguos hechos a mano, herraduras de caballerías, bisagras de puertas, etc. toda esa parafernalia, para cualquiera, no es si no, “chatarra”, para nosotros, significa piezas de colección, debido a que sin duda, cada una de ellas, encierra buena dosis de historia.
Llegada la hora de comer, interrumpieron labores para tomar un bocado y comentar lo hasta entonces ocurrido, para esa hora, estaban convencidos de que en lugar no quedaban sitios para revisar, solo quedaba un cuarto muy oscuro lleno de palos y macetas de barro, el inquilino, antes de salir al trabajo, se había tomado la molestia de acomodar lo mejor que pudo “el tilichero”, mas, no fue suficiente su esfuerzo para limpiar un área grande, como quiera, los buscadores inspeccionaron el recinto, sobre todo, los muros que presentaban características interesantes, abultamientos y recovecos eran notorios por doquier, después de poco tiempo de inspección, uno de los detectores registró marca con mucha intensidad, esta señal, se interpreta como prueba de que el aparato encontró importante masa metálica, en ese punto, los muros acusan espesores del orden de un metro, mis compañeros determinaron la conveniencia de “practicar perforaciones testigo”, poseíamos como parte del equipo, cuatro brocas con punta de carburo de tungsteno, de .80cm de largo por ¼”, de diámetro, las brocas se usan para no tener que romper muros, si no es necesario, el orificio resultante, puede disimularse con facilidad una vez terminada la operación de sondeo, el procedimiento es como sigue:
Se practican dos operaciones adyacentes, cuya separación se determina a juicio del operador, se introducen los electrodos de óhmetro y con base a las lecturas del instrumento, se procede o no, a excavar.
La medición en el óhmetro, resultó positiva, según su registro, dentro del muro existía importante yacimiento metálico; obtenido el respectivo permiso, se procedió con entusiasmo a excavar sobre el muro, debido a que los adobes de la región, son de muy buena calidad, su dureza presentó ciertas dificultades, mis amigos, haciendo gala de pericia y “colmillo”, muy pronto retiraron suficiente material para poder inspeccionar de cerca, lo que el muro “protegía”, mayor sorpresa no pudo haberles causado un terremoto.
Ante sus sorprendidos ojos, se develó lo que jamás hubieran esperado, sus oídos fueron también testigos de su éxito, al descubrir que, procedente del objeto metálico recién descubierto, se escuchaba fuerte siseo, como de aire que escapa a presión, largos minutos transcurrieron, hasta que el polvo que flotaba dentro de la oquedad, se asentó lo suficiente, para permitir a los prospectores, comprobar acongojados al máximo, que lo que estaba ante su vista, era nada menos que, el refrigerador de los vecinos, el ruido era causado por el gas refrigerante que se había puesto en libertad, debido a la efectividad de las brocas que, gracias a la dureza de su punta, son capaces de perforar materiales de gran dureza.
Es fácil imaginar los momentos que precedieron al incidente, al tratar de explicar a los sin duda propietarios del maltratado mueble, que todo se debía a infortunado accidente.
Mis socios salieron bien librados, gracias a que el paterfamilias, estaba ausente, la señora explicó que, más les valía retirarse de la escena, su marido es de muy mal talante, de seguro no aceptaría de buen grado las disculpas.
El siguiente día, los integrantes de la frustrada partida, llegaron temprano al trabajo, no me extrañó que no me buscaron la noche anterior, por que sabían que estaría fuera de casa, asistiría a una reunión que se prolongó hasta tarde.
Carmelo, después de vestir su ropa de trabajo, se presentó en mi oficina, para a nombre del grupo notificarme que, “maestro, a Ud. Le tocan cien pesos”.
Es proverbial el desinterés que todos en el grupo hemos demostrado, en tratándose de la repartición del fruto de los esfuerzos comunes, nuestra principal retribución es, experimentar las emociones tan peculiares que se producen a la vista de cosas, por nosotros recién descubiertas, continuando con la conversación, reiteré a mi interlocutor mi conformidad y le pedí pormenores de su misión, Carmelo repitió su informe para agregar que, a mí, como al resto de la pandilla, “me correspondía aportar cien pesos”, para completar el pago del refrigerador víctima de la dedicación de los prospectores.
Con presteza, se reunió la cantidad necesaria para adquirir un nuevo aparato y de inmediato entregarlo a los afectados, quienes pasado el mal rato, quedaron muy agradecidos, el fortuito incidente, les permitía deshacerse del problema que, desde tiempo atrás, representaba el mal funcionamiento del mueble, al decir de la Sra. De la casa, todas las mañanas, amanecía un gran charco de agua, producto del deshielo del maltrecho implemento.
Así fue, como, nueva página de la historia, se cerró sin mayores consecuencias.
Espero, les haya gustado esta historia que saque de internet.
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