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El Tesoro del Marqués de Navarro

EL APRENDIZ

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OCCIDENTE DE MEXICO
El Tesoro del Marqués de Navarro

En octubre de 1918 llegaron a Monclova, donde fueron recibidos por el presidente municipal interino, Herculano García. Los extranjeros visitantes eran un ingeniero como de 32 años, que acompañaba desde Barcelona, España, a un gentil-hombre de apellido Navarro, como de 52 años, poseedor de buena estatura, de elegante vestir y al parecer muy sociable. Ambos se presentaron con documentos oficiales del gobernador del Estado de Coahuila, Gustavo Espinosa Mireles, quien ordenaba darles toda clase de facilidades a los visitantes.

En otra historia o leyenda cuyos documentos tiene el ingeniero lerdense, Jorge Alonso Escobedo Reyes, se menciona que luego de la charla, don Herculano puso a disposición de los visitantes ocho mulas conseguidas entre los vecinos de la ciudad, así como de un guía muy conocedor del contorno, de nombre Eligio Pérez, seis peones y un cocinero.

Tres días después de haber llegado, se abastecieron de las provisiones necesarias y al despuntar el día enfilaron hacia donde el Sol sale. Hacía media hora que habían dejado atrás las últimas casitas del pueblo cuando Navarro preguntó a don Eligio, que si podía mostrarle "La Cueva de los Antiguos" y la respuesta fue que estaban por llegar a ese punto.

Al llegar, desmontaron y el ingeniero que acompañaba a Navarro, armó su teodolito (instrumento topográfico) y después de consultar un croquis muy antiguo que portaba dentro de un tubo de hoja de lata, hicieron funcionar el aparato y hacían anotaciones al parecer muy halagadoras.

Prosiguieron la marcha adentrándose en los cañones, confrontando continuos puntos en el croquis sobre las estribaciones del Cerro de la Gloria. Al mediodía, Navarro ordenó suspender la marcha y establecieron el campamento a la falda de una loma y se levantaron tres tiendas de campaña. En la más amplia se instalaron el señor Navarro, jefe de la expedición y el ingeniero, en la siguiente acomodaron el cargamento y la última se destinó a la servidumbre junto con el guía.

MOTIVO DE LA EXPEDICIÓN
Navarro les narró que todos los puntos de referencia en el croquis habían sido localizados y que habían pertenecido a su difunto bisabuelo, el Marqués de Navarro. Este caballero castellano habitó en la ciudad de Monclova, en donde recibía mes con mes, gruesas cantidades en oro y plata, en tejas y barras, procedentes de Sinaloa, Chihuahua, Sonora, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí, donde tenía sus fundos mineros.
Al proclamarse la Independencia de México, muchos potentados españoles se negaban a admitir que ese movimiento renovador pudiera llegar a prosperar, pero unos cuantos meses bastaron para tener la convicción de que estaban equivocados y para entonces ya era tarde y difícil sacar del país las cuantiosas riquezas acumuladas durante varias generaciones, pues el movimiento crecía como tromba y los acaudalados españoles tuvieron que emigrar en forma apresurada.

EL TESORO DEL MARQUÉS
Antes de armar el vuelo, algunos tuvieron que enterrar lo más pesado de sus riquezas, entre las que se encontraban las del Marqués de Navarro, consistentes en varios millones y para ello eligieron el cañón de la cercanía de La Gloria, a unos cuantos kilómetros del este de Monclova, en una vieja mina explotada haste entonces por el Marqués.
EL CRIMEN
Durante varias noches condujeron en una docena de acémilas (mulas) el cuantioso tesoro hacia lo más interior de la mina. Luego de dos semanas de agotante acarreo bajo las sombras de la noche, hubo de tomarse una determinación fatídica, deshacerse de la peonada y así fue como los cadáveres de 12 personas y de igual número de acémilas sirvieron para encubrir aquel tesoro inmenso que volvió, por ironías del destino, a su sitio de origen, después de haber sido purificado de la escoria, por la mano del hombre.
TODOS RICOS
Después de un siglo, decía el señor Navarro, venimos desde Barcelona a rescatar ese oro y esa plata que hará rica a mucha gente. Dirigiéndose también a don Herculano, le decía: "usted también será rico, muy rico, y sonreía con la satisfacción alegre que manifiesta un niño".
Hasta esos momentos supimos, cuenta don Eligio Pérez, que estábamos para buscar un tesoro fabuloso, que aquellos dos españoles, cruzando el mar, venían a desenterrar lo que durante 108 años habría permanecido escondido.

Apenas reposada la comida de aquella tarde del mes de octubre del año de 1918, se siguió la búsqueda y el sucesor del Marqués de Navarro decía: "hay que tener los ojos muy abiertos Eligio, se trata de un boquete entre-reforzado con marco de piedra para evitar el derrumbe y después se disimuló muy bien para borrar todo rastro y vestigio".

Toda esa tarde, cuenta Eligio, buscamos entre los cañones por la azotea, exploramos las mesetas casi oscureciendo y regresamos al campamento con las caramañolas (cantimploras) sin una gota de agua y agotados por el constante subir y bajar por los vericuetos de la serranía. Cenamos bien y mejor dormimos esa noche, al amanecer del día siguiente, el ingeniero instaló su teodolito para hacer verificaciones.

Ahora sí contamos con todo el día, dijo Navarro. Fíjese bien Eligio, tenemos que subir a la meseta, hay una parte accesible para bajar 400 ó 500 metros, hasta el derrumbe. Lléveme allá, removeremos unas cuantas piedras y descubriremos la puerta de entrada. 25 % para el Fisco y sobra para grandes donativos y gratificaciones. El tesoro es colosal, hay poco dinero acuñado, comparado con las barras y tejas de oro y plata, de esto hay varias toneladas. Seremos ricos, y no obstante sus 52 otoños, reía como un niño.

LLEGA EL DESÁNIMO
Hacia las 15 horas, dice Eligio, hubimos de tomar un descanso varias veces. Mandamos a los peones por agua al campamento distante como cinco kilómetros. Al ingeniero se le veía por momentos feliz y por otros fatigado y deshecho. Dos cañones atrás y tres adelante del punto localizado en el croquis los habíamos explorado palmo a palmo... y nada.
Amaneció el tercer día de la búsqueda, se identificó en todos los cañones y mesetas circunvecinas, la celeridad del paso se fue disminuyendo y cada vez más próximos se hacían los descansos. Hacia el octavo día las exploraciones se redujeron casi a cero. Ese último día Navarro no quiso salir de su tienda, la noche anterior había consumido casi solo, dos botellas de coñac, ya no era el hombre sonriente, ahora parecía como amargado, todo le enfadaba y empinaba el codo. Por la tarde de ese octavo día ordenó levantar el campamento y regresar a Monclova, de donde volvió al día siguiente a España.

1933, NUEVA AVENTURA En la primavera de 1933, en ocasión de la Semana Santa, se dedicaron a explorar las estribaciones del Cerro de la Gloria, tres aventureros. Tales eran Alberto, Tomás Isaías y Francisco Alvarado, vecinos de Monclova que conocían de oídas la existencia del tesoro de los Navarro y aprovechando esas breves vacaciones se habían hecho el propósito de rumbear por aquellos contornos. Así fue como armados de pala, pico y comida necesaria para tres días, acamparon en la entrada del arrollo "Monte Viejo", en las estribaciones del Cerro de la Gloria.

En la tarde del Jueves Santo, bajando por uno de los arroyos del "Monte Viejo", les llamó la atención un pedregal sobre la ladera que coincidía con todos los detalles con que se encubría aquel codiciado tesoro, según la narración que se transmitía de oídas.

EL HALLAZGO
Descendiendo con dificultad llegaron al lugar y quedaron sorprendidos al descubrir el bloque que formaban varias piedras superpuestas y dibujaban la entrada de un pozo tapado por la mano del hombre, formando un arco de medio punto, como de metro y medio de longitud, por igual altura.
Pasada la sorpresa, se dieron a la tarea de limpiar a punta de barra y pala hasta descubrir la entrada de un supuesto pozo o cueva que la hubieran remachado a base de piedra y mezcla, pero como el lugar era muy pequeño e incómodo y el trabajo fatigoso, se determinó trabajar uno por uno para avanzar lo más pronto posible y mientras uno se empeñaba en la tarea, los otros dos esperaban acompañados también de mezcal, pues hacía frío, ese frío delgadito y filoso de la montaña que nos entra hasta los huesos.

EL OLOR A MUERTE
Ya el Sol se había ocultado cuando Tomás Isaías había subido a relevar a su hermano Alberto y con verdadero vigor se dio a la tarea de abrir un agujero. Al golpe que dio, se abrió la tierra, tragándose materialmente la barra entera al tiempo que se originó algo así como un silbido de aire que hubiera estado allí muy comprimido. Tomás Isaías se desplomó muy cerca del agujero que tendría a lo sumo tres pulgadas de diámetro.
Alberto y Francisco corrieron a darle auxilio y con un pañuelo empapado de mezcal lo reanimaron. Tomás recobró el conocimiento, pero su mirada era vaga, le costaba mucho trabajo creer lo que había pasado. Sólo dijo: "Vámonos, aquello está muy peligroso", señalando el agujero, "hay emanaciones muy feas, como de panteón".

En el campamento Tomás Isaías se negó a probar alimento, todo le producía náuseas. No quiso acostarse, parecía preso de alucinaciones y de manera constante les pedía regresar a Monclova. "Le dimos gusto, no tenía objeto que permaneciéramos en tales circunstancias. La expedición había terminado".

Una de las expediciones tuvo un extraño final.

"Vámonos, aquello está muy peligroso", señaló uno de los buscadores del tesoro,

"hay emanaciones muy feas, como de panteón".

Navarro narró Que todos Los puntos De referencia En el croquis habían sido localizados Y que habían pertenecido A su difunto bisabuelo, el Marqués de Navarro

PRIMITIVO GONZÁLEZ EL SIGLO DE TORREÓN Antes de armar El vuelo, algunos potentados españoles tuvieron que enterrar Lo más pesado De sus riquezas, entre las que Se encontraban Las del Marqués De Navarro
 

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