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Prohíben caza y empobrece pueblo
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William Moalosi, un ex guía en Botswana. (Joao Silva/The New York Times)
SANKUYO, Botswana — De entre los matorrales han estado saliendo leones, merodeando alrededor de casas y una clínica, para llevarse cabras del corazón de este pueblo en la orilla de uno de los grandes deltas interiores de África. Los elefantes también se están volviendo visitantes frecuentes, devorando los frijoles, el maíz y las sandías que a los campesinos les tomó meses cultivar.
Desde que Botswana prohibió la caza de trofeo hace dos años, comunidades remotas como Sankuyo han estado a merced de crecientes números de animales salvajes que hacen que los aldeanos se resguarden en sus casas al anochecer. La prohibición también ha significado una precipitosa caída en los ingresos. A través de los años, los pobladores habían usado el dinero de los cazadores para instalar sanitarios, construir casas y dar pensiones a los ancianos.
Los llamados a reducir la caza de trofeo por todo África han aumentado desde que un león en Zimbabue, bautizado Cecil por los investigadores que lo rastreaban, fue asesinado en julio por un dentista estadounidense. Varias aerolíneas han dejado de transportar trofeos de caza. Pero en las comunidades rurales cercanas a los animales salvajes, muchos piden el regreso de la cacería.
“Antes, cuando había caza, queríamos proteger a esos animales porque sabíamos que obteníamos algo de ellos”, dijo Jimmy Baitsholedi Ntema, un aldeano de más de 60 años. “Ahora no nos beneficiamos en lo absoluto de los animales. Los elefantes y búfalos se van después de destruir nuestros campos de arado durante el día. Luego, en la noche, los leones vienen a nuestros corrales”.
A principios del 2014, esta nación escasamente poblada se convirtió en uno de los pocos países africanos con abundante vida silvestre en poner fin a la caza de trofeo, práctica que está al corazón de los esfuerzos de conservación en el sur de África.
El Presidente Seretse Khama Ian Khama declaró que la caza ya no era compatible con la conservación de la vida salvaje e instó a cambiar al turismo fotográfico. La decisión fue aplaudida por grupos de bienestar animal en Occidente.
Pero Botswana es un caso atípico. Las autoridades y conservacionistas en la mayoría de los países africanos apoyan la caza de trofeo, incluyendo a Zambia, que está regresando a ello tras una corta suspensión. “Zambia siempre ha cazado desde tiempos inmemoriales”, dijo Jean Kapata, Ministra de Turismo de Zambia.
Ese país acaba de levantar una veda de dos años a la caza de leopardos y es probable que la de leones se reanude el próximo año. En el 2013, Zambia frenó la caza de trofeo e impuso una prohibición general a la cacería de felinos grandes, también en un esfuerzo por reemplazar la caza de trofeo con turismo fotográfico. Pero eso generó pocos ingresos, dijo Kapata, mientras que los leones acosaban crecientemente al ganado. Durante la veda, un concejal local fue muerto por un león, comentó.
“En África, un ser humano es más importante que un animal”, dijo Kapata. “No sé en el mundo Occidental”, agregó, haciendo eco de una queja en partes de África de que Occidente parece más preocupado por el bienestar de un león que el de los africanos mismos.
La marcha atrás de Zambia apunta al papel central que ha jugado la caza de trofeo en el manejo de la vida salvaje en el sur de África. Ocurre principalmente en tierras comunales donde se supone que los pueblos reciben una parte de las cuotas pagadas por los cazadores.
Sankuyo, pueblo de 700 habitantes, se ubica al este del Delta del Okavango en el norte de Botswana. En el 2010, ganó casi 600 mil dólares gracias a 120 animales —incluyendo 22 elefantes, 55 impalas y nueve búfalos— que tuvo permitido ofrecer a los cazadores ese año, dijo Brian Child, profesor asociado en la Universidad de Florida, que encabeza un estudio sobre el impacto de la prohibición.
Entre los beneficios a la comunidad, 20 hogares elegidos por sorteo recibieron sanitarios exteriores. Se instalaron tuberías en patios, conectando a 40 familias con agua corriente.
Donde la caza de trofeo beneficia a las comunidades, la gente está más motivada a proteger a los animales salvajes, dicen los expertos. Pero en la mayoría de los sitios sin esta cacería, simplemente son considerados una molestia o un peligro, y es más probable que los pobladores los cacen para alimento o para defender a sus hogares y cultivos.
Child dijo que la caza de trofeo no había beneficiado a muchas comunidades debido a los malos manejos y la corrupción. Pero en los países donde la práctica había funcionado bien —Botswana, hasta la prohibición; Namibia y Zimbabue, hasta que su economía se colapsó en la década pasada— se habían logrado las metas gemelas de generar ingresos y proteger a animales salvajes.
Los leones, que solían darse un festín con la carne de elefantes dejados por cazadores, cada vez más entran a las aldeas en busca de ganado. “Estamos experimentando un incremento exponencial en conflictos entre animales y seres humanos”, dijo Israel Khura Nato, jefe de la unidad de control de animales problema del Departamento de Vida Salvaje de Botswana. De acuerdo con la dependencia, tales conflictos aumentaron de 4 mil 361 en el 2012, a 6 mil 770 en el 2014 a nivel nacional.
Galeyo Kobamelo dijo haber perdido desde la prohibición todas las 30 cabras de su complejo familiar debido a los leones y hienas. Los elefantes habían destruido sus campos de sorgo y maíz. Su familia ya no recibe la carne gratis que dejaban los cazadores. Su madre ya no recibe una pensión.
William Moalosi es uno de docenas de personas a las que la veda dejó desempleadas. Trabajaba como rastreador y conductor, ganando 100 dólares al mes. Perdió sus cosechas por culpa de elefantes merodeadores hace unos meses.
Los aldeanos identificaron a Moalosi como el hombre que mató a una leona el mes pasado. El animal había saltado a un corral de cabras. Pero Moalosi dijo no saber nada al respecto, declaración que provocó risas de complicidad de vecinos.
“Vivimos con miedo desde que los leones y leopardos entran a nuestra aldea”, afirmó. “Los elefantes atraviesan el pueblo para ir al otro lado del monte. Los perros les ladran y nosotros sólo corremos a escondernos en nuestras casas”.