Pongo a su consideracion el siguiente articulo por las reflexiones que contiene acerca del derecho a la posesion de armas de fuego, sobre todo en este momento en que en nuestro país el tema de las armas se ha vuelto pan nuestro de cada día, el artículo por demás se explica por sí solo.
La libertad de armas salva vidas
Por José Carlos Rodríguez
I. Planteamiento
Las políticas públicas levantan pasiones, y si la libertad de armas es una excepción es sólo por la virulencia de las mismas. Las armas no nos sugieren sino violencia, muertes o heridas, crímenes, o situaciones en absoluto agradables. Su referencia despierta miedo, cuando no asco. Pero ni el miedo ni el asco o el rechazo son un buen compañero para quien desee acercarse con honradez en los problemas que suscita la posesión de armas de fuego. Que además son de enorme importancia, ya que se refieren a derechos fundamentales de la persona, como el derecho a la vida, a la autodefensa o a la propiedad. Y tienen claras implicaciones en las libertades públicas y en la evolución del crimen. Este papel intentará exponer el veredicto de la criminología actual sobre los efectos del control de armas, con constantes referencias a los datos y la historia.
Lo primero que habría que establecer son los términos del debate, para evitar muchos de los errores que se repiten y que nacen precisamente de un fallido planteamiento. No tratamos de objetos (las armas) sino del comportamiento humano en relación con los mismos; por tanto, el problema no es armas sí o no, sino libertad personal en relación con las armas sí o no. El problema es la libertad individual en este ámbito y las consecuencias de su coerción por las autoridades públicas. Una clara implicación de que estemos intentando acercarnos a un comportamiento humano es que tenemos que recurrir a las ciencias de la Acción Humana, como son la economía, la historia, la sociología… Todas han hecho contribuciones al estudio del crimen y en especial en relación con la libertad en el uso de las armas de fuego, y aquí expondremos las conclusiones más sobresalientes.
Cuando hablamos de legislaciones de control de armas, nos referimos hoy a problemas muy diferentes de los suscitados en épocas precedentes. Últimamente ha surgido una contradictoria posición favorable a dicha restricción desde posturas democráticas, centradas en la reducción de los crímenes y de las muertes por accidente, que se suma a las tradicionales posturas colectivistas que han protagonizado siempre los ataques a la libertad individual, también en el uso de las armas de fuego. En los Estados Unidos ha sido la ideología racista, que negaba la condición de personas a los negros y por tanto les privaba de su derecho a portar armas, la que constituye la práctica totalidad de las proposiciones de control hasta el último medio siglo. Históricamente, es la ideología de poder, la contraria a la libertad del individuo, la que ha atentado contra esta libertad, dado su carácter de valuarte del resto de derechos y libertades[1].
Lo que probablemente el lector piense sobre tan importante cuestión proviene de la fuente de gran parte de lo que sabemos sobre las cuestiones sociales: los medios de comunicación. En muchas ocasiones se les critica por dar una impresión equivocada de las cosas; por caer en el error, la exageración o la más desnuda mentira y cualquiera que conozca bien un tema ha pasado por la desagradable experiencia de comprobar las inexactitudes vertidas por los medios sobre dicho asunto. En el caso que abordamos la situación es la misma, y el lector lo podrá comprobar por sí mismo, ya que mucho de lo que saque de este artículo estará en violenta contradicción con lo que “sabía” o “pensaba”, lo que combinado con la aplicación del sentido común probablemente le haya llevado a una posición contraria a la libertad de armas. Cuando vemos episodios como el francotirador de Washington o los tiroteos en las escuelas y nos encendemos de indignación, es porque sufrimos con la injusta y absurda pérdida de vidas humanas. Si el deseo de que no se repitan tales acontecimientos es mayor que las ideas que tengamos previamente sobre el control de armas, tendremos que acercarnos a su estudio con honestidad y es precisamente este ánimo el que llevó al autor a acercarse a él y, al fin, a cambiar su posición previa, contraria a la libertad de armas.
Las armas tienen una doble naturaleza, una ofensiva y otra defensiva. El uso que se dé de las mismas depende no de éstas sino de la decisión de quienes disponen de ellas. Cuál es el uso predominante es precisamente lo que trataremos de dilucidar atendiendo a lo que se conoce gracias a la recolección y estudio de los datos[2].
II. El fracaso del control de armas
Precisamente el objetivo declarado de los autores de “Armed. New Perspectives in Gun Control”, Gary Klerk y Don B. Kates[3], es rebatir las opiniones convencionales sobre el control de armas, que ellos mismos compartían, y que son incompatibles con las enseñanzas de la moderna investigación científica. Lo primero que cabe decir es que las leyes de control de armas no pueden cumplir el que es su objetivo declarado: desarmar a los criminales. Y es que hay una relación inversa entre quienes deberían estar afectados por el control, los criminales y quienes de hecho lo están, los ciudadanos de a pie. Para los primeros la prohibición de adquirir armas nunca supone una dificultad suficiente, ya que quienes ya están fuera de la ley por otros motivos no se plantean si saltarse esta última regulación o no, en especial en la medida en que la obtención de una arma sea necesaria para llevar a cabo sus actividades criminales. Como afirma un criminalista inglés, “En cualquier sociedad, el número de armas siempre basta para armar a los pocos que las quieren obtener para usarlas ilegalmente”[4]. El lector sabe que las leyes que prohíben el tráfico y el consumo de drogas o alcohol nunca han sido suficientemente efectivas como para hacer desaparecer su uso. Son precisamente los ciudadanos que cumplen con la ley los que están afectados por estas legislaciones, por lo que quienes desean disponer de armas para auto defenderse son los que se quedan privados de este instrumento idóneo. A ello hay que añadir que incluso cuando la adquisición de armas es legal, los criminales utilizan los conductos fuera de la ley. De hecho, los principales medios de adquirir armas por los criminales son el robo y la compra a otros ciudadanos[5]. En definitiva, “cuando las armas están fuera de la ley, sólo los fuera de la ley tienen armas”, como reza el dicho popular.
A ello hay que añadir que criminalizar la posesión de armas pondría fuera de la ley a casi la mitad de la población en el caso de los Estados Unidos. Llevar a cabo eficazmente esa medida implicaría realizar registros en los domicilios privados para comprobar la aplicación de la prohibición de poseer armas, lo que supone un nuevo atentado a la libertad y puede ser fuente de otros más, además del coste que implicaría su conclusión. Se han llevado a cabo leyes de registro de armas, sin ningún efecto en el crimen[6], como cabía esperar.
La libertad de armas salva vidas
Por José Carlos Rodríguez
I. Planteamiento
Las políticas públicas levantan pasiones, y si la libertad de armas es una excepción es sólo por la virulencia de las mismas. Las armas no nos sugieren sino violencia, muertes o heridas, crímenes, o situaciones en absoluto agradables. Su referencia despierta miedo, cuando no asco. Pero ni el miedo ni el asco o el rechazo son un buen compañero para quien desee acercarse con honradez en los problemas que suscita la posesión de armas de fuego. Que además son de enorme importancia, ya que se refieren a derechos fundamentales de la persona, como el derecho a la vida, a la autodefensa o a la propiedad. Y tienen claras implicaciones en las libertades públicas y en la evolución del crimen. Este papel intentará exponer el veredicto de la criminología actual sobre los efectos del control de armas, con constantes referencias a los datos y la historia.
Lo primero que habría que establecer son los términos del debate, para evitar muchos de los errores que se repiten y que nacen precisamente de un fallido planteamiento. No tratamos de objetos (las armas) sino del comportamiento humano en relación con los mismos; por tanto, el problema no es armas sí o no, sino libertad personal en relación con las armas sí o no. El problema es la libertad individual en este ámbito y las consecuencias de su coerción por las autoridades públicas. Una clara implicación de que estemos intentando acercarnos a un comportamiento humano es que tenemos que recurrir a las ciencias de la Acción Humana, como son la economía, la historia, la sociología… Todas han hecho contribuciones al estudio del crimen y en especial en relación con la libertad en el uso de las armas de fuego, y aquí expondremos las conclusiones más sobresalientes.
Cuando hablamos de legislaciones de control de armas, nos referimos hoy a problemas muy diferentes de los suscitados en épocas precedentes. Últimamente ha surgido una contradictoria posición favorable a dicha restricción desde posturas democráticas, centradas en la reducción de los crímenes y de las muertes por accidente, que se suma a las tradicionales posturas colectivistas que han protagonizado siempre los ataques a la libertad individual, también en el uso de las armas de fuego. En los Estados Unidos ha sido la ideología racista, que negaba la condición de personas a los negros y por tanto les privaba de su derecho a portar armas, la que constituye la práctica totalidad de las proposiciones de control hasta el último medio siglo. Históricamente, es la ideología de poder, la contraria a la libertad del individuo, la que ha atentado contra esta libertad, dado su carácter de valuarte del resto de derechos y libertades[1].
Lo que probablemente el lector piense sobre tan importante cuestión proviene de la fuente de gran parte de lo que sabemos sobre las cuestiones sociales: los medios de comunicación. En muchas ocasiones se les critica por dar una impresión equivocada de las cosas; por caer en el error, la exageración o la más desnuda mentira y cualquiera que conozca bien un tema ha pasado por la desagradable experiencia de comprobar las inexactitudes vertidas por los medios sobre dicho asunto. En el caso que abordamos la situación es la misma, y el lector lo podrá comprobar por sí mismo, ya que mucho de lo que saque de este artículo estará en violenta contradicción con lo que “sabía” o “pensaba”, lo que combinado con la aplicación del sentido común probablemente le haya llevado a una posición contraria a la libertad de armas. Cuando vemos episodios como el francotirador de Washington o los tiroteos en las escuelas y nos encendemos de indignación, es porque sufrimos con la injusta y absurda pérdida de vidas humanas. Si el deseo de que no se repitan tales acontecimientos es mayor que las ideas que tengamos previamente sobre el control de armas, tendremos que acercarnos a su estudio con honestidad y es precisamente este ánimo el que llevó al autor a acercarse a él y, al fin, a cambiar su posición previa, contraria a la libertad de armas.
Las armas tienen una doble naturaleza, una ofensiva y otra defensiva. El uso que se dé de las mismas depende no de éstas sino de la decisión de quienes disponen de ellas. Cuál es el uso predominante es precisamente lo que trataremos de dilucidar atendiendo a lo que se conoce gracias a la recolección y estudio de los datos[2].
II. El fracaso del control de armas
Precisamente el objetivo declarado de los autores de “Armed. New Perspectives in Gun Control”, Gary Klerk y Don B. Kates[3], es rebatir las opiniones convencionales sobre el control de armas, que ellos mismos compartían, y que son incompatibles con las enseñanzas de la moderna investigación científica. Lo primero que cabe decir es que las leyes de control de armas no pueden cumplir el que es su objetivo declarado: desarmar a los criminales. Y es que hay una relación inversa entre quienes deberían estar afectados por el control, los criminales y quienes de hecho lo están, los ciudadanos de a pie. Para los primeros la prohibición de adquirir armas nunca supone una dificultad suficiente, ya que quienes ya están fuera de la ley por otros motivos no se plantean si saltarse esta última regulación o no, en especial en la medida en que la obtención de una arma sea necesaria para llevar a cabo sus actividades criminales. Como afirma un criminalista inglés, “En cualquier sociedad, el número de armas siempre basta para armar a los pocos que las quieren obtener para usarlas ilegalmente”[4]. El lector sabe que las leyes que prohíben el tráfico y el consumo de drogas o alcohol nunca han sido suficientemente efectivas como para hacer desaparecer su uso. Son precisamente los ciudadanos que cumplen con la ley los que están afectados por estas legislaciones, por lo que quienes desean disponer de armas para auto defenderse son los que se quedan privados de este instrumento idóneo. A ello hay que añadir que incluso cuando la adquisición de armas es legal, los criminales utilizan los conductos fuera de la ley. De hecho, los principales medios de adquirir armas por los criminales son el robo y la compra a otros ciudadanos[5]. En definitiva, “cuando las armas están fuera de la ley, sólo los fuera de la ley tienen armas”, como reza el dicho popular.
A ello hay que añadir que criminalizar la posesión de armas pondría fuera de la ley a casi la mitad de la población en el caso de los Estados Unidos. Llevar a cabo eficazmente esa medida implicaría realizar registros en los domicilios privados para comprobar la aplicación de la prohibición de poseer armas, lo que supone un nuevo atentado a la libertad y puede ser fuente de otros más, además del coste que implicaría su conclusión. Se han llevado a cabo leyes de registro de armas, sin ningún efecto en el crimen[6], como cabía esperar.