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A Mi GENERAL VILLA

1 año

GRACIAS A TODOS LOS QUE APORTAMOS INFORMACION, VIDEOS, FOTOS Y RELATOS DE LA TRAYECTORIA Y VIDA DE MI GENERAL VILLA

ESTE TEMA YA CUMPILIO UN AÑO :bd:

TENIENDO EN SU HABER
642 POSTEOS Y
19,421 VISITAS

AGRADESCO A LOS DIRECTIVOS DE MEXICO ARMADO POR PERMITIRNOS ESTE ESPACIO Y A TODOS LOS FORISTAS, QUE CON SUS APORTACIONES
LLENARON DE VIDA Y DE INTERES ESTE TEMA. DEDICADO A MI GENERAL VILLA..

SEÑORES,, CONSIDERO PRUDENTE ESTE TEMA SE CIERRE Y SE MUEVA A HISTORIA DE MEXICO Y QUE QUEDE PARA LA POSTERIDAD!!!!!!

MUCHAS GRACIAS A TODOS

ATTE. ARMALIDER
 
ACTUALIZACION DE SISTEMA.

Se realizo una edicion de posteos donde estan los videos insertados, al cambio de Vbulletin que tuvimos recientemente los videos no se EMBEBIERON por lo tanto se tuvo que trabajar "a mano" en cada liga, lo cual no me pesa en los absoluto por que este thread es una de las joyas de Mexicoarmado. lo hice con mucho gusto ademas.

a esta fecha, siendo las 9pm del 25 de abril del 2010 , este "documental" ya rebaso las 26 mil visitas, lo cual indica que ya muchos niños hicieron su tarea de historia.

Gracias al compañero PIFAS.
 
Mis queridos dorados de villa, con el gusto de informarles que se retoma este querido post dedicado a mi general villa.
Un agradecimiento al señor moderador ricardo67 por las facilidades prestadas y sus atenciones para reabrir este tema
un afectuoso saludo y un fuerte abrazo de antemano a los compañeros y fieles seguidores y aportadoders a este tema
don jesus licona
cesar lerdo
lucho malibu
alberto pad
g.villa

empezamos con los festejos del bicentenario
 
El misterio de los restos de Pancho Villa

El misterio de los restos de Pancho Villa

Corre el rumor de que los restos de Francisco Villa que se encuentran en el monumento a la Revolución de la ciudad de México no corresponden a los del Centauro del Norte sino a una mujer.
Oficialmente los restos de Francisco Villa (Doroteo Arango, 1878-1923), se encuentran sepultados en el monumento a la Revolución. En el Diario Oficial de la Federación, con fecha 16 de noviembre de 1976, se publicó el “Decreto por el que se ordena se proceda a exhumar y trasladar los restos del General de División Francisco Villa, del panteón civil de la ciudad de Parral, Chihuahua al monumento de la Revolución, en la ciudad de México”. En el mismo Diario, con fecha del 18 de noviembre de 1976, se puede consultar la sesión solemne del Congreso General con motivo de la reinhumación de los restos del General Francisco Villa.
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Mascarilla mortuoria del Centauro.

Cronología de los restos de Villa desde su asesinato y hasta su re inhumación en el monumento a la Revolución.

  • 20 de julio de 1923. Pancho Villa es asesinado en Hidalgo del Parral, Chihuahua.
  • 21 de julio de 1923. El general Enríquez, gobernador de Chihuahua, se negó a que Villa fuera trasladado a la capital del estado, donde tenía dispuesto un mausoleo desde hacía tiempo, por lo cual, el cuerpo fue sepultado en el panteón civl, llamado de Dolores, en Parral Chih, a las 18.30 hrs. del 21 de julio, en la fosa con el número 632.
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    Mausoleo que mandó construir Villa en Chihuahua
  • 5 al 6 de febrero de 1926. La tumba de Villa en el panteón de Dolores de Parral, Chih., es profanada. La cabeza es cortada y robada. Una de las versiones más aceptadas acerca del robo de la cabeza señala como responsable al coronel Francisco Durazo Ruiz, acantonado en el presidio militar de Parral, quien vio la oportunidad de su vida en un volante en inglés donde los norteamericanos ofrecían 50 mil dólares por la cabeza de Villa. Entonces envió al teniente coronel José Elpidio Garcilaso, al sargento Roberto Cárdenas Aviña, al capitán Sánchez Anaya, al cabo Miguel Figueroa, y a los soldados Daniel Cruz y Felipe Flores, así como a su chofer Ernesto Weissel, a profanar la tumba del general para cortarle la cabeza. Cuando Durazo se dirigía en el tren de Cd. Juárez a Estados Unidos a cobrar su jugosa recompensa, el general Arnulfo R. Gómez llegó a la estación y sorprendió a Durazo. Entonces lo cuestionó por estar fuera de su plaza y sin permiso. A Durazo no le quedó más remedio que confesar y mostrar la caja metálica de municiones donde traía la cabeza. El general lo amenazó: “Deshágase usted inmediatamente de estos despojos, o lo mando fusilar, porque está usted involucrando al ejército mexicano en un asunto altamente deplorable”. Francisco Durazo ordenó al cabo Miguel Figueroa deshacerse de la cabeza y enterrarla en la hacienda de su propiedad llamada El Cairo (hoy ciudad de Salaíces).
    El cuerpo decapitado de Villa permanece en la fosa 632.
  • 1931. De acuerdo con una versión que circula –vox populi-, sustentada en rumores, anécdotas y dichos más que en documentos, en 1931 Pedro Alvarado y una de las viudas de Villa, Austreberta Rentería, exhumaron secretamente los restos de Pancho Villa para evitar una nueva profanación (otras versiones señalan que fue en 1929). La nueva tumba quedó también en el cementerio de Parral, a 120 metros hacia el oriente de la tumba original y tenía el número 10. Cinco años después, doña Austreberta murió y fue sepultada en esa misma tumba.
  • El único documento que avala esta versión es un recibo publicado por el cronista de Parral y reproducido por Paco Ignacio Taibo II que dice: “La señora Austreberta Rentaría vda. de Villa, entregó a la Tesorería General del Estado, la cantidad de doce pesos, por pago del derecho perpetuo en el sepulcro donde está el cuerpo del general Francisco Villa, sepultado en la fosa 10 del Panteón de Dolores. Hidalgo del Parral, Chih. A 20 de abril de 1931. El Juez del Registro Civil, C. Carlos Ávila”.
  • 17 de noviembre de 1976. De acuerdo con el decreto publicado en el Diario Oficial el 16 de noviembre, a las 14 horas del día 17, se llevó a cabo la exhumación de los restos de Pancho Villa. Estuvieron presentes el general de División Félix Galván López, secretario de la Defensa en el periodo presidencial de 1976-1982, y por entonces comandante de la quinta zona militar; el representante de la Secretaría de la Defensa Nacional, general Mario Oliver Bustamante; el presidente Municipal de Parral, ingeniero Héctor Ramos Domínguez; el notario Público Vicente Jaramillo y el doctor René Armendáriz Cristóforo, como delegado sanitario.
    El reportero Oscar W. Ching Vega, enviado especial de El Sol de México, fue autorizado por el general Galván, para fungir como exhumador. De acuerdo con su relato publicado el 18 de noviembre: “Se iniciaron los trabajos abriendo una horadación en un costado de la tumba; la perforación fue difícil por tropezar con el muro de concreto que se había construido después de la profanación de 1926… El féretro estaba totalmente destruido, quedando sólo algunos fragmentos de madera podrida, y por lo que respecta al esqueleto se veían algunos huesos también bastante deteriorados. Con un recogedor sacaron los restos del esqueleto y del féretro, los cuales fueron colocados en una urna que se trasladó a Durango y luego al D.F.”
    Las tres viudas que aún vivían estuvieron presentes en la inhumación.
  • 20 de noviembre de 1976. Los restos de Francisco Villa son reinhumados en el monumento a la Revolución.
¿De dónde surge la versión de que los restos que se encuentran en el monumento a la Revolución no son los de Francisco Villa?
Todo surge de la versión de 1931. De acuerdo a los mismos rumores, cuando la viuda de Villa cambió los restos de su extinto marido a la fosa 10, fue necesario conseguir otro cadáver para que ocupara la fosa original con el número 632. Paco Ignacio Taibo II, señala que “Historiadores locales dan crédito a una historia según la cual, en marzo de 1931 una mujer joven que iba a Estados Unidos a curarse de cáncer, murió en el hospital Juárez de Parral”. Sin papeles que permitieran la identificación de la mujer, antes que sepultarla en una fosa común, doña Austroberta y Pedro Alvarado entraron en arreglos con el encargado del panteón para que la sepultara en la tumba original de Villa, que para esos momentos ya se encontraba vacía. De esa forma, la desconocida mujer fue enterrada en la fosa 632.
En 1976, cuando el cuerpo fue exhumado, supuestamente lo que encontraron fueron los restos de la mujer pues había botones de carey, un rosario en las manos del cadáver y tela de encaje. Se dice que el periodista Oscar Ching llevó dos huesos al notario público para que diera testimonio del traslado, “y en eso estaba, cuando el director de un hospital local, el doctor René Armendáriz, de oficio ginecólogo, comentó que le parecía que el sacro era femenino y de una mujer joven”. Aún así, las autoridades no prestaron atención y continuaron con el proceso que concluyó dos días después en el monumento a la Revolución.
En su relación publicada en El Sol de México, Ching no menciona este pasaje y de acuerdo con su propia crónica, el notario y el médico estaban presentes en el cementerio por lo que no fue necesario llevar los huesos a ningún otro lado.
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Cama donde fue velado Villa el día de su asesinato, Hidalgo del Parral, Chih.

El más importante biógrafo de Pancho Villa, el historiador Friedrich Katz, en su obra ni siquiera presta atención a los rumores; da como un hecho que los restos de Villa sepultados en Parral son los mismos que luego serían trasladados a la ciudad de México.
Paco Ignacio Taibo II, en su biografía sobre Villa reúne las versiones y rumores acerca de que los restos que descansan en el monumento a la revolución son de mujer, pero no ofrece documentos probatorios. De hecho, lo asume con un sentido más cercano a la literatura novelesca y romántica al decir, que una vez más “Villa logró evadir al sistema”.
Sean o no sean los restos de Villa los que descansan en el monumento a la Revolución, su idea de justicia y su lucha permanecen en la conciencia colectiva de la sociedad, lo cual, en todo caso es lo verdaderamente importante.
 
Villa contra Carranza

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Apoyado por sus hombres Villa mantuvo el mando de la División del Norte

Por Alejandro Rosas

Contrariamente a lo que podía esperarse, la aplastante victoria de la División de la Norte en Zacatecas, el 23 de junio de 1914, no fue celebrada con el mismo entusiasmo en el cuartel general del Primer Jefe, Venustiano Carranza. Las relaciones entre Villa y don Venus se habían deteriorado drásticamente desde de mayo de 1914 y estaban a punto del rompimiento. El Centauro marchó sobre Zacatecas desobedeciendo abiertamente las órdenes de don Venustiano.
El problema era político. Las victorias de la División del Norte anteriores a la toma de Zacatecas habían colocado a Villa por encima del resto de los generales constitucionalistas. Con la influencia del grupo e ideología maderista dentro del villismo y la clara asesoría de Felipe Ángeles, el Centauro podía disputarle el liderazgo a Carranza. Villa no quería el poder, pero consideraba al general Ángeles como el hombre adecuado para ocupar la presidencia y seguir con la obra de Madero. Así lo percibía la opinión pública nacional e internacional y Carranza tomó sus precauciones.
El conflicto estalló unas semanas antes de que la División del Norte tomara Zacatecas. La vieja ciudad minera no sólo representaba el último bastión importante del huertismo, su ocupación significaba el paso franco hacia la ciudad de México. El sentido común señalaba que tras la campaña de la División del Norte en Coahuila –Torreón, San Pedro y Paredón- su movimiento natural sería hacia Zacatecas.
Carranza, cuyos procedimientos políticos estaban más cerca del porfiriato que del maderismo, quería derrotar a Huerta pero dada su soberbia no podía imaginar a Francisco Villa y a Felipe Ángeles tomando Zacatecas y semanas después desfilando victoriosos por la ciudad de México y en su carácter de Primer Jefe del Ejército Constitucionalista -es decir, por sus pistolas-, ordenó a Villa tomar Saltillo y al general Pánfilo Natera tomar Zacatecas.
Los hechos demostraron que Carranza giró sus instrucciones empujado por su deseo de evitar que la División del Norte alcanzara la gloria en Zacatecas y se enfilara hacia la capital del país. Sin meditar las consecuencias el resultado fue el esperado: el ejército federal derrotó a las tropas de Natera. Empecinado en imponer su autoridad y someter a Villa, Carranza le ordenó al Centauro apoyar a las diezmadas fuerzas de don Pánfilo con 5 000 hombres.
Aconsejado por Ángeles, Villa se negó, argumentando que con ese número de soldados nada podría hacerse y los revolucionarios serían nuevamente derrotados, por lo cual pidió la autorización de marchar a Zacatcas personalmente, con toda la División del Norte, a batir a los federales.
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El general Ángeles persuadió a Villa de no obedecer a Carranza y marchar a Zacatecas

La negativa de Carranza fue categórica y en un arranque de furia Villa renunció a la División del Norte. Ni tardo ni perezoso el Primer Jefe le aceptó la renuncia e ingenuamente pidió a los generales villistas -reunidos alrededor del telégrafo que sacaba chispas- que nombraran de inmediato a un nuevo jefe. Como era de esperarse, el alto mando de la División del Norte cerró filas en torno a su caudillo y Ángeles respondió a Carranza que permanecerían fieles a Francisco Villa y por si fuera poco, se ponían en marcha rumbo a Zacatecas a batir al huertismo.
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Carranza consideró una afrenta que Villa marchara sobre Zacatecas.

“Desde el principio, muchos descubrimos que Carranza nos llevaba a una nueva dictadura –escribió tiempo después Felipe Ángeles-. Estar desde luego contra Carranza, hubiera sido fortalecer a Huerta, hubiera sido un crimen. Divididos ya en espíritu, continuamos la guerra contra Huerta. Cuando Carranza vio rota la fuerza moral huertista, provocó el rompimiento con Villa, prohibiéndole que obtuviera la victoria en Zacatecas. Todos los generales de la División del Norte, hablaron de dispersarse, y, algunos, de ir sobre Carranza o a las montañas. Eso habría encendido de nuevo la moral en el alma de los huertistas, y yo me opuse a ello. Yo redacté el telegrama que cruzó el rostro de Carranza, como un fuetazo; por mí fuimos a Zacatecas y vencimos finalmente a Huerta. Yo soy el culpable de que, desoyendo los despóticos mandatos de Carranza, hayamos ido a dar el último golpe de muerte a los huertistas; yo soy el culpable de haberle dicho a Carranza su miseria moral, su envidia, su falta de patriotismo, su ambición, su despotismo”.​
Huerta renunció el 15 de julio de 1914, pero en el horizonte de la patria se advertía una nueva guerra. Carranza -que aún no se reponía del disgusto provocado por la insubordinación del villismo- destituyó a Felipe Ángeles como subsecretario de Guerra e impidió que la División del Norte recibiera carbón para sus locomotoras, con lo cual Villa no pudo continuar su camino a la ciudad de México. Los villistas no tuvieron otra alternativa más que regresar a Torreón, mientras Obregón con la División del Noroeste llegaba a la capital del país para entrar junto con Carranza el 15 de agosto. La revolución estaba irremediablemente fracturada.
 
Última edición:
El Centauro y el cine

El Centauro y el cine

Por Edgar Rojano

La Revolución Mexicana fue noticia desde que el 20 de noviembre de 1910 Francisco I. Madero llamó a tomar las armas para derrocar al gobierno de Porfirio Díaz. Periódicos norteamericanos como The Sun, El Paso Times, o The Associated Press, enviaron reporteros para cubrir los hechos de guerra que se sucedían al otro lado de su frontera.
Cubrir la guerra no era tarea fácil, por ello se recurrió a reporteros con experiencia en los campos de batalla; por ejemplo, la Mutual Film Corporation envió como jefe de operaciones a Carl von Hoffman, conocido como el más “intrépido fotógrafo de prensa” de los Estados Unidos, a quien le acompañaba un italiano lleno de “cicatrices de balas en el cuerpo”. Estos hombres sabían llevar las penurias de una campaña, sortear las balas e inclusive, soportar las pruebas de valor a las que eran sometidos, como por ejemplo, servir de blanco en las pruebas de tiro.
Entre el ejército de corresponsales que llegó a México por aquellos años destacó John Reed, el “brillante novelista y poeta” norteamericano, enviado por Metropolitan Magazine y The World de Nueva York. Reed plasmaría, posteriormente, sus vivencias en su libro México Insurgente.
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Las hazañas de Pancho Villa se tradujeron en un importante contrato cinematográfico.

En la búsqueda cotidiana de las noticias, la prensa rápidamente encontró a su personaje predilecto: Pancho Villa. El Centauro del Norte entendió a cabalidad la importancia de los medios en la guerra y actuó en consecuencia; de esta manera, ordenó convertir un vagón de ferrocarril en una oficina de prensa donde se construyeron literas, se colocó un excusado y una cocina con estufa. Inclusive contaban con una vieja máquina de escribir Remington para escribir sus notas.
Igualmente se sabe que el general Villa asignaba guardaespaldas para los camarógrafos, no sólo para protegerlos, sino también para ayudarles con el equipo; inclusive, admitió a uno de ellos en el consejo de guerra para que lo asesorara sobre la hora más oportuna para iniciar los ataques. Para los periodistas constituyó un timbre de orgullo cubrir la campaña de Villa.
El punto culminante de esta historia llegó el 3 de enero de 1914, cuando Villa firmó un contrato con la Mutual Film Corporation para filmar sus batallas. En las clausulas se establecía, entre otras cosas, que si los camarógrafos no captaban buenas escenas de batallas Villa se comprometía a fingirlas; no se permitía que operadores y fotógrafos de otras compañías lo retrataran; y se comprometía a efectuar los ataques a la luz del día. Dicho material fílmico serviría también para realizar una película sobre la vida del general Villa.
La experiencia villista con los medios era la síntesis de un momento histórico que, inclusive, rebasaba a la propia Revolución Mexicana. Porque además de héroes, batallas memorables y planes políticos, el movimiento armado de 1910-1920 legó al mundo ciertas innovaciones tecnológicas en el campo de la fotografía, dio un impulso definitivo al fotoperiodismo y dejó como legado las imágenes de la primera revolución social del siglo XX.
 
Descripción de una pulquería

Descripción de una pulquería

Descripción de una pulquería de los suburbios de la ciudad de México a mediados del siglo XIX

Figurémonos un jacalón de cincuenta varas de largo por quince o veinte de ancho, con su caballete o techo de tejamanil sin más adornos ni adminículos.
Sustentan el jacalón vigones perpendiculares de seis varas de distancia, maceradas en la tierra y afirmadas con cimientos de piedra o cal y canto de forma piramidal y su torta de hormigón encarnado.
Al fondo de la galera o jacalón hay una pared blanca que a veces invadía la brocha gorda, exponiendo al fresco un caballo colosal con su charro o dragón encima, una riña de pelados o una suerte de toreo, cuando no un personaje histórico desvergonzadamente disfrazado…
En un extremo de la pared solía haber un cuadro de la Virgen de la Soledad o un Divino Rostro con su repisa al frente y su lamparita en ella ardiendo entre manojos de flores de chícharo y amapolas.
A dos varas de distancia de la pared del fondo, y dando al frente a la galera, se ostentaba soberbia una hilera de tinas de pulque angostas, abajo anchas, arriba de más de dos varas de altura, pintadas exteriormente de colores chillantes y unos rubros que ponían de punta los pelos, como La no me estires, El valiente, La currutaca, El bonito, etc., etc.
En la orilla de las tinas y del lado de la pared, en anchos tablones que formaban como cornisa, se veían cajetes de barro poroso, cantaritos pequeños de la misma materia, vasos de vidrio verde de más de a tercia, figurando tornillo su relieve; candado para el repartidor de las casas de los amos.
Entre cajetes y vasos se percibían los tejos de bronce para el juego de la rayuela; algunos naipes, y en cazuelitas pequeñas, sal y chiles verdes para los aficionados a los aperitivos.
La espalda de las tinas fungía de aposento de los pulques y tenía sus sillitas bajas de tule y su angosta mesa; la cuna de algún párvulo o algún perdonavidas de gran bigote y mechones en la cara, alguna vieja seca de ojo luciente y lengua fácil y dos o tres gruñendo feroces o roncando a pierna suelta.
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Pulque


En los ángulos de la galera se jugaba rayuela, pítima o tuta, o en círculos de pelados, sentados en el suelo alrededor de una frazada, se jugaba el rentoy alborotador, o alburitos con gallo y todo, menos palomitas.
Solía haber en un lugar determinado un músico de arpa que pespuntease “El dormido” o “El jarabe colorado”, y entonces curiosos y bailadores formaban con sus cuerpos el salón de baile.
En la parte exterior del jacalón, y pendientes de gruesas argollas de fierro clavadas en los vigones ya descritos, se veían escuálidas cabalgaduras de arrieros arrogantes, cuacos de jinetes, burros en asueto, y en el suelo y al rayo del sol, párvulos, huacales, cestos y briagos durmiendo la tranca.
Imposible de describir el griterío, el barullo, el tono de tumulto de la pulquería, gritos, silbidos, riñas, retozos, lloros, relinches, rebuznos; todo se mezclaba a los cantos del fandango y al sonoro ”¿dónde va l’otra?” del jicarero.
A la izquierda de las tinas, y en cuarto cerrado de tablas, esta el encierro de los decentes: dos mesitas angostas con sus sucios manteles y jarras con flores, bancas pelonas al margen, y en el fondo un gran brasero con cabezas y carnitas, enchiladas y envueltos, mole verde o colorado, salsa borracha y chito, tostadas y chalupas. A modo de candil, un gran manojo de ramas en el techo, suplicio de las moscas.
Aquel encierro era divino, la flor de la curia, el laurel de oro del ejército, la mística delicia de la Iglesia, la fuente de encantos del comercio, las artes y el amor, representados en letrados de nariz colorada y bastones con borlas, frailes de cerquillos alborotados, jefes y oficiales mugrosos, y baladrones artesanos ladinos y chicas de vida alegre descotadas, risueñas… y de altiro correosas para toda clase de diversiones.
Guillermo Prieto
Memorias de mis tiempos
Fuente:
René Rabell Jara, La Bella Época, sexto volumen de la serie La cocina mexicana a través de los siglos, 1997, Ed. Clío y Fundación Herdez, A.C., Págs. 26-27
El texto se reproduce con la autorización del editor.
 
Plaza de la Revolución Mexicana

En el cerro de la Bufa, de la ciudad de Zacatecas, se encuentra la llamada plaza de la Revolución Mexicana coronada por las estatuas ecuestres de los generales revolucionarios Francisco Villa, Pánfilo Natera y Felipe Ángeles.
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Estatua ecuestre del general Felipe Ángeles

El sitio tiene particular importancia histórica porque fue uno de los escenarios más cruentos durante la toma de Zacatecas que realizó la División del Norte el 23 de junio de 1914.
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Observatorio, Cerro de la Bufa

Las estatuas fueron colocadas en el costado poniente del crestón de la Bufa en 1989, durante la celebración del 75 aniversario de la famosa batalla. En el famoso cerro también se encuentran el Mausoleo de los Hombres Ilustres, el Museo de la Toma de Zacatecas, el templo de Nuestra señora del Patrocinio y el Observatorio Meteorológico.
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Estatua de Pancho Villa
 
La comida en la vida cotidiana

La comida en la vida cotidiana

Carne de res, jamón, pollo, col, ejotes un poco de cilantro y perejil, son algunos de los ingredientes que conformaban el imperdible cocido que se preparaba en las casas aristócratas del siglo XIX.
Averigua como eran las cocinas de las clases acomodadas de aquella época y los variados platillos que se preparaban en ellas.
La comida en las grandes ciudades

Debido a su buena posición geográfica y económica, las ciudades en el siglo XIX estaban siempre bien surtidas de productos de los alrededores, o de alimentos comerciales traídos de muy lejos. Si se tenían los recursos suficientes, cualquier casa mexicana podía disfrutar de una de las cocinas más variadas del mundo. Si no era así, existía una amplía gama de alimentos nutritivos, sabrosos y lo suficientemente baratos como para que cualquiera los pudiera adquirir. Aún así, la clase social determinaba cómo y qué se comía en la vida cotidiana. Mientras la aristocracia criolla mantenía en su casa una sólida tradición gastronómica e incorporaba a ella novedades extranjeras, los cada vez más numerosos mestizos disfrutaban de una comida barata y nutritiva, y la gran mayoría indígena conservaba una dieta que apenas les aseguraba la subsistencia cotidiana y en ocasiones un poco de goce.
Hacia finales del siglo XVIII, todas las grandes casas citadinas tenían una cocina y un comedor separados. En la cocina, muchas veces de grandes dimensiones, los sirvientes pasaban gran parte del día y hacían su vida social con el aguador, los mozos de las tiendas, los cocheros de los visitantes y la servidumbre de las casas vecinas. Junto al fogón, el pretil, la alacena, la pared con sus platos y tazas colgadas y una larga mesa, se urdían y deshacían los chismes que amenazaban tantas famas. Allí las hijas de familia aprendían el arte de cocinar, cuyo conocimiento era una virtud muy importante para conseguir un buen esposo. La señora de la casa hacía frecuentes visitas a la cocina para supervisar las tareas del día, que eran muchas, pues se seguía la costumbre heredada de tiempos coloniales de comer cuatro o cinco veces al día. La cocina siempre estaba rebosante de actividad.
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Mujer moliendo en metate. Rafaelita, lecturas para niñas, 1906

Ya en el siglo XIX, el comedor era, junto con la sala, una habitación dedicada a las visitas en las casas pudientes mexicanas, y muchas veces se ostentaba en él la riqueza de la familia: vajillas de plata, copas de cristal y costosos adornos, que se exhibían alrededor de la gran mesa en muebles dedicados a ello, y daban a la misma comida un toque de suntuosidad.
La comida era sin duda la principal actividad doméstica y se encargaba de ella la señor de la casa. Era raro encontrar, aun en las casas más encopetadas, a un cocinero o cocinera profesional, pese a que en muchos casos la servidumbre era muy numerosa. En las mejores cocinas domésticas de la época, el personal se reducía a una cocinera no profesional y a una o dos galopinas que la ayudaban. Desde la década de los treinta arribaron a México chefs franceses, italianos y chinos, y ofrecieron sus servicios en las casas más ricas, pero solían pedir sueldos muy altos y sus platillos no agradaban siempre al señor de la casa. Por ello terminaron cocinando en los restaurantes de postín.
Los libros de cocina que comenzaron a editarse en nuestro país a partir de 1827 fueron un auxiliar de las amas de casa. En ellos se consignaban recetas nuevas y tradicionales, así como consejos prácticos para llevar el hogar que cada ama de casa seguía a discreción. Las mujeres de las clases altas de la sociedad, las únicas que sabían leer y escribir, eran las que consultaban estos recetarios. Sin embargo, existían también recetarios privados, con platillos muy distintos de los que aconsejaban los libros de cocina. En los libros de cocina predominaba la cocina dominguera, la que se hacía para banquetes en ocasiones muy especiales. Había en ellos gran cantidad de recetas novedosas, casi todas de origen francés, que casi no se cocinaban en una casa regularmente. Sin embargo, en los recetarios privados se consignaba la comida común, la que poblaba los desayunos y las comidas: muchas variedades de sopas de tortilla, platos hechos con restos de pan y asados, huevos en muchísimas presentaciones, salsas y mayonesas, enchiladas, tamales, guisados de pollo, carne y vísceras, moles y chiles rellenos, arroces y una multitud de postres en los que abundaban huevos, azúcar, miel, harinas y almendras. Ya a finales del Porfiriato, estos mismos recetarios llevaban algunos platos de allende el mar que habían comenzado a popularizarse dentro de las casas mexicanas, como las pastas de harina de trigo.
Quizá la característica más notable de la comida en una casa rica mexicana era su abundancia excepcional. Según un empresario alemán avecindado en Veracruz, Carl Christian Sartorius, los residentes de las grandes casas aristocráticas de la primera mitad del siglo XIX, “a las ocho de la mañana toman una tacita de chocolate con pan de dulce, pero la familia no se une para este refrigerio. A las diez hay un desayuno caliente: carne asada o estofada, huevos y el plato de frijoles que nunca falta; éstos se cuecen primero y después se fríen con manteca y cebolla. A las tres de la tarde se sirve la comida, que consta de ciertos platillos, siempre los mismos: primero una taza de caldo delgado, luego sopa, de arroz, pasta o una especie de budín o torta cocido en caldo hasta que el líquido se evapora totalmente y muy sazonado con tomates. La olla es el tercer platillo y se sirve en todas las mesas; se prepara con carne de res, carnero, un poco de puerco, jamón, gallina o pollo, pequeños chorizos, col, ejotes, nabos, peras, plátanos, cebollas, apio, un poco de cilantro y perejil, todo cocido al mismo tiempo. Las verduras se llevan a la mesa en un platón, la carne en otro y cada persona se sirve a su gusto. Después de la olla, algunos principios, especialmente guisados con caldo de carne o de pescado, de sabor fuerte; luego un postre y finalmente dulces cubiertos. Rara vez se bebe vino en la mesa, pero al terminar las golosinas todos toman un vaso grande de agua.
La mayoría de los criollos disfruta de una siesta después de la comida y a las seis de la tarde, del chocolate; y en verano nieve o gelatinas de frutas con agua. La cena es generalmente a las diez de la noche, consistiendo en carne asada, ensalada, frijoles y un postre. Inmediatamente después de la cena la familia se va a la cama.”
Hacia 1850, no existía influencia europea en la comida cotidiana y la tradición española se conservaba en los horarios y la abundancia de los alimentos. Era muy común la repetición de platillos: los frijoles cocidos o refritos acompañaban necesariamente el almuerzo, la comida y la cena. En la comida no podía faltar el cocido, olla podrida o puchero, pero su elaboración era mucho mas complicada que la actual, pues llevaba varios tipo de carne, numerosas verduras y hasta frutas. El cocido era el plato de consumo cotidiano más común en las casas de las clases medias y altas, aunque en las primeras su preparación era mucho menos sofisticada. Guillermo Prieto recordaba a décadas de distancia cuando era sólo un estudiante y uno de los máximos placeres culinarios accesibles para él era un buen puchero: “La olla podrida era la insurrección del comestible, el fandango y el cataclismo gastronómico, dentro de una olla, de las producciones todas de la naturaleza.
Encerrábanse en conjunto carnes de carnero, ternera, caldo, liebre, pollo, espaldilla y lengua, mollejas y patas; en este campo de agramante se embutían coles y nabos, se introducían garbanzos, se escurrían habichuelas, se imponían las zanahorias, campeaba el jamón y verificaban invasiones tremendas chayotes y peras, plátanos y manzanas en tumultuosa confusión.
La olla podrida se apartaba en dos grandes platones para servirse; uno de los platones contenían carnes, jamones y espaldillas, patitas y sesos, el otro la verdura con todos sus accidentes, y entre los platones, enormes y profundas salseras de jitomates con tornachiles, cebollas y aguacates y salsas de chile solo o con queso, y aceite de comer de Tacubaya o los Morales.
El plato de olla podrida podría constituir por sí solo un banquete y un gastrónomo no experto habría necesitado un manual o guía para penetrar en aquel laberinto sorprendente.
La llenura, el hartazgo, la beatitud de la boa se encontraban de primera en ese plato privilegiado.”
Es también muy notable el gusto que las clases altas mexicanas ¬ ¬¬¬¬¬¬-al igual que las medias- tenían por los postres; esta afición por los dulces se reflejaba en su gran cantidad y complejidad, así como en la frecuencia con que se consumían. Ocupaban un lugar privilegiado en los libros de cocina y los recetarios privados, lo que da una idea de su importancia en cualquier ocasión. La exuberante mezcla de frutas americanas con ingredientes europeos daba pie a numerosísimas recetas de postres mexicanos. Casi todas contenían cantidades de harina, manteca o huevo que nuestro gusto actual encontraría pesadas, a diferencia de los mexicanos de entonces. Para ellos, los postres eran comunes en el almuerzo, obligatorios en la comida o al recibir visitas y poco frecuentes en la merienda o cena.
“Lo espléndido –insistía Guillermo Prieto-, lo musical y lo poético son los postres: los encoletados voluptuosos, la cocada avasalladora, los cubiletes y huevos reales, los xoconostles rellenos de coco ¡el éxtasis! ¡la felicidad suprema! Frutas, zapote batido con canela y vino, garapiña, etcétera, etcétera. Después de dar las gracias y levantar los manteles se sirve salvia, muicle, cedrón o agua de yerbabuena para asentar el estómago.”
Es curiosa la popularidad del chocolate: en la mañana, al despertar, reanimaba a todos para el inicio de la jornada; durante el almuerzo había quien tomaba una o dos tazas, otra después de la siesta, otra más durante la merienda y la última del día antes de irse a acostar. Por ello un viajero francés decía: “aquí empieza y acaba el día con una taza de chocolate”. De todos los pretextos para tomar chocolate que se presentaban durante el día, eran el desayuno, la merienda y la cena las ocasiones en que se le requería más, aun entre las capas más pobres de la sociedad. Para las clases más acomodadas, el chocolate era el principal protagonista de la merienda de media tarde, y lo acompañaban frecuentemente de bizcochos o cualquier otro plato dulce.
Fuente:
Martín González de la Vara, Tiempos de guerra, quinto volumen de la serie La cocina mexicana a través de los siglos, 1997, Ed. Clío y Fundación Herdez, A.C., Págs. 30-35
El texto se reproduce con la autorización del editor.
 
Datos curiosos que debes conocer sobre Pancho Villa

1. Luego de una supuesta insubordinación ante Victoriano Huerta durante la campaña contra Pascual Orozco que casi le cuesta la vida, Pancho Villa fue trasladado a la penitenciaría de Lecumberri en donde estuvo de junio a noviembre de 1912. En diciembre fue trasladado a la prisión de Santiago Tlatelolco y de ahí se fugó el día de Navidad a las 3 de la tarde. Se dice que durante su estancia en la cárcel aprendió a leer y a escribir, y que fue el general Bernardo Reyes –también prisionero- quien le enseñó los principios de la estrategia militar, pero sólo son rumores, al parecer Villa ya sabía escribir y tenía el instinto nato del guerrero.
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Prisión de Santiago Tlatelolco de donde se fugó Villa


2. La toma de Ciudad Juárez durante la revolución Constitucionalista en 1913 le dio fama internacional a Villa porque fue comparada con la epopeya mítica del Caballo de Troya. El Centauro interceptó un convoy de las tropas federales que se dirigía hacia el sur de Chihuahua; subió a todos sus hombres a los vagones, envió una avanzada para que tomaran las estaciones telegráficas y mandó un mensaje a Ciudad Juárez diciendo que el convoy debía regresar porque la vía estaba destruida, la habían destruido los villlistas. Los federales lo creyeron a pie juntillas y cuando el tren ingresó en la ciudad fronteriza, se abrieron los vagones y en un santiamén tomaron la ciudad.
3. Martín Luis Guzmán, en su obra El águila y la serpiente definió a Villa como un felino: “Veníamos huyendo de Victoriano Huerta, el traidor, el asesino, e íbamos por la misma dinámica de la vida y por cuanto en ella hay de más generoso, a caer en Pancho Villa, cuya alma, más que de hombre, era de jaguar; jaguar en esos momentos domesticado por nuestra obra, o para lo que creíamos ser nuestra obra; jaguar a quien, acariciadores, pasábamos las manos sobre el lomo, temblando de que nos tirara un zarpazo”.
4. El general Felipe Ángeles llegó a las inmediaciones de Zacatecas a mediados de junio de 1914 para planear el asalto sobre la ciudad, último reducto importante de los huertistas. Una vez dispuesta la batalla, Ángeles decidió aguardar la llegada del Centauro, pues era el general en jefe quien a su juicio, debía encabezar el ataque. Villa dio la orden de que la batalla empezaría a las 10 de la mañana del 23 de junio y la señal convenida para cargar sobre el enemigo sería el disparo de un cañón.
5. Tras firmar un jugoso contrato con la Mutual Film, el Centauro se comprometió a no realizar ningún ataque por la noche debido a que las cámaras cinematográficas de entonces no podían filmar sin la luz del día; también aceptó repetir algunas escenas si así lo exigía el director.
6. Fue tal la admiración y agradecimiento que siempre le tuvo Villa a Francisco I. Madero que cuando ocupó la capital del país en diciembre de 1914, su primera acción fue ir al Panteón Francés de la Piedad a depositar una ofrenda ante el sepulcro de Madero, ante el cual lloró amargamente durante varios minutos. En los días siguientes rebautizó la calle de San Francisco y Plateros con el nombre de “Avenida Francisco I. Madero”.
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Villa llora ante la tumba de Madero

7. Durante la ocupación de la ciudad de México, Villa no perdió oportunidad de ir al teatro Colón a regodearse con el teatro de revista y las sugerentes tiples que actuaban ahí. En ese foro actuaba María Conesa, la famosa “gatita blanca”. La célebre actriz actuaba en Las Musas latinas y en el número de Las Percheleras, acostumbraba bajar a las lunetas con una navaja en la mano para jugar con el público masculino. Se acercó a Villa y le arrancó los botones del uniforme militar. Esta acción fue suficiente para que el Centauro cayera rendido a sus encantos y en los siguientes días fue tal su acoso, que la Conesa tuvo que esconderse hasta que Villa desistió de su amoroso interés.
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María Conesa

8. “Ese Pershing vino aquí como un águila y se fue como una gallina mojada”, comentó Pancho Villa al enterarse de la retirada de los estadunidenses que durante casi un año, desde marzo de 1916 hasta febrero de 1917, encabezaron la expedición punitiva, al mando del general John Pershing, en territorio mexicano, buscando a Villa para capturarlo y hacerlo pagar por haber invadido territorio norteamericano al atacar la población de Columbus, Nuevo México.
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Los generales Obregon, Villa y Pershing antes de convertirse en enemigos


9. Durante el juicio militar que lo llevó a la muerte, el general Felipe Ángeles, frente al jurado, defendió y justificó a Villa. “Como he dicho antes, la misión que traje fue de conciliación, fue de aconsejar a Villa, porque Villa es bueno en el fondo: a Villa lo han hecho malo las circunstancias, los hombres, las injusticias, eso le ha perjudicado”.
10. La historia oficial y el sistema político que surgió de la revolución mexicana, irónicamente trasladó los restos de Villa al monumento a la Revolución para colocarlos junto a los despojos de dos de sus enemigos históricos: Venustiano Carranza y Plutarco Elías Calles.
 
Telegrama de Villa

Telegrama de Villa

Unos días después de la toma de Zacatecas, el 27 de junio de 1914, Pancho Villa estalló en furia porque alguien había osado cortarle la energía eléctrica.
Pidió explicaciones y le presentaron al encargado de la compañía de luz, don Antonio Cabral, un hombre que imponía con su sola presencia: alto, fornido, con una voz gruesa.
A don Antonio no le importaba que fueran federales o revolucionarios quienes mandaban en la ciudad. Era tan escrupulosamente cumplidor de su deber que nada impedía que realizara su trabajo y entre los ires y venires de la revolución, ninguna autoridad se había tomado la molestia de pagar la luz, por lo tanto, una vez terminada la batalla, no vaciló en cortar el suministro de energía eléctrica hasta que alguien se hiciera responsable. Villa no pudo más que reconocer su valor y de inmediato ordenó que se cubriera el adeudo pendiente y envió un telegrama a don Antonio.
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Telegrama de Villa


El presente documento es el telegrama enviado y firmado por Francisco Villa cuya transcripción señala: “El encargado de la Planta Eléctrica de esta ciudad se servirá dar corriente inmediatamente y sin excusas ni pretextos para poner en movimiento la bomba que el sr. Pablo D. Hernández indique”. Pertenece al archivo particular del sr. Francisco Guevara.
 
La tumba de Villa

Fuente:
Gran Cancionero Mexicano Sanborns
Edición Conmemorativa del Bicentenario
2ª edición, noviembre de 2009.
El Gran Cancionero Mexicano de venta en


Cuantos jilgueros y cenzontles veo pasar,
pero que triste cantan esas avecillas
Van a Chihuahua a llorar sobre el Parral
donde descansa el General Francisco Villa.
Lloran al ver, aquella tumba,
donde descansa para siempre el general.
Y ni un clavel, ni por ninguna
solo hojas secas que le ofrece el vendaval.
De sus “Dorados”, nadie quiere recordar,
y Villa duerme bajo el cielo, de Chihuahua,
solo las aves que gorjean bajo el Parral
van a llorar sobre la tumba abandonada.
Solo uno fue, que no ha olvidado
a su sepulcro una oración a murmurar,
amigo fiel, cual buen Dorado
grabo en su tumba, “estoy presente General”.
Canten jilgueros y cenzontles sin parar,
y que sus trinos se oigan en la serranía
y cuando vuelen bajo el cielo del Parral
lloren conmigo por aquel Francisco Villa
Adiós, adiós, mis avecillas,
Yo también quiero recordar a mi nación,
Que allá en Parral, descansa Villa
En el regazo del lugar que tanto amo.
Crédito:
Cd. Sabor a México. Nuestros corridos
Los 5 del Valle
Corridos de la Revolución Mexicana
 
La persecución de Villa

Fuente:
Gran Cancionero Mexicano Sanborns
Edición Conmemorativa del Bicentenario
2ª edición, noviembre de 2009.
El Gran Cancionero Mexicano de venta en


Patria México, febrero veintitrés,
dejó Carranza pasar americanos:
dos mil soldados, doscientos aeroplanos,
buscando a Villa, queriéndolo matar.
Después Carranza les dijo afanoso:
si son valientes y lo quieren combatir,
concedido, les doy el permiso,
para que así se enseñen a morir.
Comenzaron a echar expediciones,
los aeroplanos comenzaron a volar,
por distintas y varias direcciones,
buscando a Villa, queriéndolo matar.
Los soldados que vinieron desde Texas
a Pancho Villa no podían encontrar,
muy fastidiados de ocho horas de camino,
los pobrecitos se querían regresar.
Los de a caballo ya no se podían sentar,
más los de a pié no podían caminar;
entonces Villa les pasa en su aeroplano
y desde arriba les dijo: Gud bay.
Cuando supieron que Villa ya era muerto,
todos gritaban henchidos de furor:
ahora sí, queridos compañeros,
vamos a Texas cubiertos con honor.
Mas no sabían que Villa estaba vivo
y que con él nunca iban a poder;
si querían hacer una visita
hasta la sierra lo podían ir a ver.
Comenzaron a lanzar sus aeroplanos,
entonces Villa, un buen plan les estudió:
se vistió de soldado americano
y a sus tropas también las transformó.
Mas cuando vieron los gringos las banderas
con muchas barras que Villa les pintó,
se bajaron con todo y aeroplanos
y Pancho Villa prisioneros los tomó.
Toda la gente de Chihuahua y Ciudad Juárez
muy asombrada y asustada se quedó,
sólo de ver tanto gringo y carrancista
que Pancho Villa sin orejas los dejó.
Que pensarían los “bolillos” tan patones
que con cañones nos iban a asustar;
si ellos tienen aviones de a montones
aquí tenemos lo mero principal.
Todos los gringos pensaban en su alteza
que combatir era un baile de carquís,
y con su cara llena de vergüenza
se regresaron en bolón a su país.
Crédito:
Cd. Sabor a México. Nuestros corridos
Los 5 del Valle
Corridos de la Revolución Mexicana
 
La toma de Zacatecas

Fuente:
Gran Cancionero Mexicano Sanborns
Edición Conmemorativa del Bicentenario
2ª edición, noviembre de 2009.
El Gran Cancionero Mexicano de venta en


Voy a cantar estos versos,
de tinta tienen sus letras,
voy a cantarles a ustedes
la toma de Zacatecas.
Mil novecientos catorce,
mes de junio veintitrés,
fue tomado Zacatecas
entre las cinco y las seis.
Gritaba Francisco Villa
en la estación de Calera:
vamos a darle la mano
a don Pánfilo Natera.
Ya tenían algunos días
que se estaban agarrando,
cuando llega el general
a ver qué estaba pasando.
Cuando llega Pancho Villa
sus medidas fue tomando:
a cada quien en su puesto
los iba posesionando
Les decía Francisco Villa
al frente del Batallón;
para empezar el combate
al disparo de un cañón.
Al disparo de un cañón,
como lo tenían de acuerdo,
empezó duro el combate
por el lado derecho e izquierdo.
Les tocó atacar La Bufa
a Villa, Urbina y Natera,
porque allí tenía que verse
lo bueno de su bandera.
Decía el coronel García,
con su teniente Carrillo:
le pido permiso a Villa
para atacar por El Grillo.
Fue tomado Zacatecas
por Villa, Urbina y Natera,
Ceniceros y Contreras,
Madero Raúl y Herrera.
¡Ahora sí, borracho Huerta,
harás las patas más chuecas,
al saber que Pancho Villa
ha tomado Zacatecas¡
Gritaba Francisco Villa:
¿En dónde te hallas Barrón?
Se me hace que a mí me vienes
guango como el pantalón.
Les decía Francisco Villa
con una voz muy ufana:
ya están tumbando la finca
que le nombraban La Aduana.
Esa finca de La Aduana
era una finca bonita,
la tumbaron los huertistas
con pólvora y dinamita.
Gritaba Francisco Villa:
¿Dónde te hallas Argumedo?
¿Por qué no sales al frente,
tú que nunca tienes miedo?
Debajo de aquella finca,
allá había muchos pelones,
muchas armas, mucho parque y
más de veintidós cañones.
¡Ay hermoso Zacatecas!
mira como te han dejado,
la causa fue el viejo Huerta
y tanto rico allegado.
Estaban todas las calles
de muertos entapizadas
y las cuadras por el fuego
todititas destrozadas.
Adiós, cerro de La Bufa,
con tus lúcidos crestones,
cómo te fueron tomando
teniendo tantos pelones.
Andaban los federales,
que no hallaban ni qué hacer,
buscando enaguas prestadas
pa’ vestirse de mujer.
Subieron a las iglesias
a repicar las campanas
y las bandas por las calles
sonorizaban con dianas.
Cuatro ramitos de flores
puestos en cuatro macetas,
por la División del Norte
fue tomada Zacatecas.
Crédito:
Cd. Sabor a México. Nuestros corridos
Los 5 del Valle
Corridos de la Revolución Mexicana
 
a que la con mi Gral Villa, nomas no pudo con Maria Conesa. A Pershing lo hizo como quiso con todo y su ejercito pero por mas que le busco la estrategia y el modo a "la gatita blanca" se tuvo que quedar con las ganas de sumar a la lista a esa escurridiza mujer. Se quedo relamiendose los bigotes. "ni hablar mi Gral, le salio brava la yegua"
 
Última edición:
recordando a mi General y felicidades a todos los que han hecho posible este pequeño tributo a un gran hombre.


siempre fiel...presente mi general..!!!:patriota:
 
Amigo armalider, no sabes que gusto me da primero saber de ti y despues agradecerte la deferencia como siempfre un afectuoso abrazo
 
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